En ocasiones, el magisterio de la religión se muestra también satisfecha y asombrada por la ciencia; y no sólo al valerse de la tecnología que se desarrolla gracias a la ciencia, como la colocación de pararrayos en las catedrales (antes, cuando se consideró este invento como blasfemo por tratar de evitar los rayos enviados por Dios y las catedrales fueron los únicos edificios que no estaban provistos de ellos, los rayos caían siempre con más frecuencia en las catedrales).
Y es que la religión también puede llegar a adorar a los científicos, aunque los casos como Galileo o Servet nos puedan hacer pensar lo contrario.
Un buen ejemplo de ello es una vidriera que se encuentra en una de las naves laterales de la Grace Cathedral de San Francisco. Es un ejemplo casi único, sí, pero muy destacable, pues esta vidriera está dedicada a Albert Einstein.
Dentro del claustro de 12 ventanas dedicadas al esfuerzo humano, la cristalera, de 5 metros de alto, fue instalada en 1964 para representar a la Ciencia.
En la cristalera se aprecia a Einstein sobre su famosa fórmula, rodeado a su vez de órbitas atómicas. También hay otros detalles más sutiles, como la trayectoria de un cohete sobre la cabeza del físico, que pretende simbolizar el impacto de sus teorías en la astronomía. También hay unas espirales en rojo en la parte central que representan las transformaciones de Lorentz, basada en la geometría del espacio-tiempo de sus teorías.
A sus pies, un átomo de helio simboliza sus aportaciones a la física nuclear.
El otro caso de una vidriera consagrada a la ciencia de la que tengo noticia se encuentra en la Iglesia Universalista Unitaria de Las Cruces, Nuevo México. Allí se hace homenaje al astrónomo Clyde Tombaugh, descubridor de Plutón, y en ella aparece el susodicho puliendo una de las lentes de su telescopio.
Vía | Fogonazos
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