Un estudio publicado esta semana en la revista PLOS Medicine que analizó a 10.000 personas sugiere que el consumo promedio de alcohol y la mortalidad forman una curva en forma de J: los bebedores moderados tenían un menor riesgo de muerte en comparación con los bebedores empedernidos, pero también tenían una tasa de mortalidad más baja que las personas que nunca bebieron en absoluto.
Así pues, tomar un trago al día puede hacer que sea menos probable que muera de una enfermedad cardíaca que sus compañeros abstemios.
Cáncer
Este estudio dio un paso más y redujo el riesgo de muerte en categorías separadas: riesgo de muerte por cáncer, enfermedad cardiovascular y mortalidad general (por todas las causas). En ese caso, los bebedores moderados tienen mayor riesgo de contraer cáncer en comparación con aquellos que se abstienen.
Cuando se desglosaronn las causas de muertes, los investigadores encontraron que, ese riesgo de muerte era levemente menor en quienes beben moderadamente (lo que le da al gráfico su característica forma de J), no existía cuando se consideraba el cáncer como causa de muerte. En cambio, tanto el riesgo de cáncer (que mide los casos recientemente diagnosticados) como la muerte relacionada con el cáncer aumentaron constantemente con un mayor consumo de alcohol.
El estudio también proporciona más información que ayudará a desentrañar dónde proviene la disminución general de la mortalidad asociada con el consumo de alcohol ligero a moderado. A pesar de los estudios al respecto, nadie está seguro de qué mecanismo permite este efecto aparentemente protector, o si existe alguna correlación desconocida que no tiene nada que ver con el alcohol en sí.
Con todo, los investigadores han señalado que nos queda mucho por descubrir sobre cómo se relaciona el consumo de alcohol y la mortalidad a nivel individual, debido a que los comportamientos de estilo de vida son elecciones personales y variables.
Imagen | Sam Howzit