La mayoría de la evidencia científica sugiere que el café es parte de una dieta saludable. Con todo, el debate sobre los efectos positivos y nocivos del café no se ha terminado.
Para inclinar la balanza hacia uno de los lados, se ha publicado un nuevo estudio de grandes proporciones con habitantes del Reino Unido en la revista JAMA Internal Medicine.
Bondades del café
En el estudio se agruparon a las personas por la cantidad de tazas de café que bebían al día. A continuación, se comprobó si los grupos que consumieron más tazas murieron más durante el estudio.
Si la cohorte que bebía ocho tazas por día tuviera menos muertes que el grupo que bebió solo dos, eso implicaría que de alguna manera los bebedores de café estaban más sanos. Y eso es exactamente lo que encontraron.
El estudio es gigantesco, porque implica a 502.641 participantes que tenían entre 38 y 73 años, tanto hombres como mujeres. Y la conclusión era clara: mientras más café bebía una persona, menos probable era que muriera. Las diferencias no fueron enormes, pero fueron estadísticamente significativas.
Con todo, cabe advertir que lo estudios como éste son meramente observacionales: nadie está asignando grupos de participantes para beber X tazas por día y luego asegurarse de que sus vidas sean idénticas, por lo que no pueden proporcionar ninguna causalidad real. Pero como nunca vamos a realizar un ensayo clínico en el que se prescriba el café, los estudios observacionales son lo más cercano que tenemos. Es por eso que es importante reunir a mucha gente, cientos de miles o incluso millones, para que podamos estar seguros de que el hallazgo no es solo una casualidad estadística.
También es cierto que beber café puede estar asociado con muchos otros hábitos que influyen en la salud, o quizás no beber café está asociado con algo que ignoramos. Por ejemplo, las personas que tienen enfermedades graves como el cáncer no pueden tomar café, pero estas personas también tienen mayor probabilidad de morir, lo que aumentaría artificialmente la mortalidad del grupo que no bebía café. Para evitar estos sesgos, los investigadores trataron de aislarlos (fumar, peso corporal, nivel socioeconómico, etc.).
Hasta aquí, tal y como se ha hecho con otros estudios sobre las bondades del café. En éste, sin embargo, se controló otro factor extra: las variaciones genéticas en el metabolismo de la cafeína, es decir, cómo las personas responden a la cafeína de distinta manera. Los investigadores creen que esto puede explicar en parte por qué algunas personas pueden tomar un café después de la cena y dormir bien, mientras que a otras personas les resulta imposible.
Pero incluso examinando una gran base de datos que contenía información genética disposible sobre los participantes (unos 400.000 de los que participaron), los investigadores no encontraron diferencias en los resultados entre aquellos cuyos genes los predisponían a la sensibilidad a la cafeína y aquellos que no lo hicieron.
Los investigadores no están seguros de qué hay en el café que parece mejorar nuestra salud (podrían ser compuestos que reducen la inflamación y la resistencia a la insulina), pero no parece que sea la cafeína (el efecto también se observa con el café descafeínado, aunque sea en menor medida). Así que vayamos a tomar una taza de café (entre 200 y 400 miligramos de cafeína al día) para celebrarlo.
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