Salir a correr está de moda. Bueno, en realidad siempre lo ha estado, con sus fluctuaciones. Es una forma de desestresarse, quemar calorías, socializar, participar en maratones solidarios, escapar de todo e incluso de uno mismo. Y también es una forma de viajar (sí, hay turistas que, al igual que se impulsan con bicicletas, lo hacen exclusivamente con sus piernas). Por ejemplo, visitar una ciudad a ritmo de footing puede ser una forma de ver más cosas en menos tiempo. E incluso ya se ha convertido en una forma de visitar lugares de forma más o menos oficial, pues ya tiene un nombre: el sightjogging (ver monumentos corriendo).
Sin embargo, correr no es la panacea. Correr también tiene aparejados una serie de percances que vale la pena conocer, y que quizá influyan en tu decisión a la hora de escoger qué deporte vas a practicar.
Lesiones
A diferencia del spinning o la piscina, correr entraña muchas lesiones. No importa tu peso, si eres experto, si calientas antes o después. Las probabilidades de lesionarte son altas siempre, destrozándote las rodillas, canillas, ligamentos, cadera o talones.
Tampoco puedes hacer nada calzándote la última tecnología. Tal y como explica el experto Christopher McDougall en su libro Nacidos para correr:
Hoy en día es posible comprar zapatillas para correr con resortes de acero incorporados a la suela o unas Adidas que ajustan la amortiguación de tus pisadas gracias a un microchip, pero el índice de lesiones no ha bajado ni un ápice en treinta años. Por el contrario, ha aumentado; las roturas del tendón de Aquiles han incrementado en un 10 por ciento.
Además, la planta de los pies es extremadamente sensible, al nivel del rostro y las manos. Un informe de la Asociación Americana de Cirujanos Ortopédicos concluye que las carreras de larga distancia son “una amenaza intolerable a la integridad de la rodilla”. La Sports Injury Bulletin lo describe de forma más descarnada:
Cada pisada golpea cada una de tus piernas con una fuerza equivalente al doble de tu masa corporal. De la misma manera que un martilleo constante en una roca de apariencia impenetrable, con el tiempo la convertirá en polvo, la carga del impacto relacionado con el hecho de correr puede, en última instancia, dañar tus huesos, cartílagos, músculos, tendones y ligamentos.
Eso no significa que correr significa necesariamente lesionarse, pues hay personas que se pasan años corriendo que nunca se lesionan. Sin embargo, las probabilidades están en nuestra contra. Sabedor de ello, Philippe Fuchs, un investigador de realidad virtual, ha realizado hace poco una megamaratón de 10.185 kilómetros que cubre la distancia entre París y Pekín. En su viaje había cubierto 85 kilómetros diarios. Corría equipado con varios sensores que enviaban su información a un laboratorio en el que se creó un modelo en 3D de su pie, a fin de estudiar cómo le afectaba el esfuerzo. Esta información será de gran utilidad para la medicina deportiva.
Accidentes embarazosos
Según un estudio alemán, 45% de los corredores experimenta alguna forma de malestar gastrointestinal en sus carreras. En muchos casos eso se traduce en una urgencia para ir al lavabo a evacuar aguas mayores. Es lo que se llama diarrea del corredor.
Fricción
Correr provoca fricción con nuestra ropa. Si mezclamos eso con el sudor, que deja tras de sí una capa de sal, ya os podéis imaginar que algunas zonas de nuestro cuerpo se irritarán más fácilmente después de un buen rato corriendo. La más sensible de ellas son los pezones, que incluso pueden llegar a sangrar en casos extremos (algo que ocurre más con hombres que con mujeres, que llevan un sujetador que comprime el pecho). Para combatir esta irritación hay que untarse en vaselina.
Excesos
El exceso a la hora de correr no sólo acarrea lesiones en las piernas, sino en el corazón. Según un estudio realizado durante cinco años por un equipo del Idipaps (Hospital Clínic), que demuestra por primera vez que un exceso continuado de ejercicio físico puede provocar fibrosis y arritmias cardíacas. Al menos es lo que se sugiere tras haberse probado en ratas.
Caminar, pues, resulta más saludable que correr. No obstante, ello supone una quema de calorías inferior, incluso un 90 % inferior en algunos casos de personas con sobrepeso, según recoge recoge la revista especializada Medicine & Science in Sports & Exercise a raíz de un estudio del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley de California realizado durante 6 años con 15.237 personas que caminaban habitualmente y 32.216 que salía a correr varias veces por semana.
Sea como fuere, hacer ejercicio moderado es bueno no sólo para el cuerpo sino para la mente. Según un estudio de la Universidad de Columbia dirigido por Scott Small y Ana Pereira, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Science, el ejercicio estimula el nacimiento de nuevas neuronas en la región cerebral del hipocampo, una zona relacionada con la memoria y el aprendizaje.
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