Tanto si habéis visto recientemente la película Contagio, de Steven Soderbergh, como si no, seguro que en alguna ocasión os habéis preguntado cuánto tiempo necesitaría un supervirus en llegar a todos los rincones del planeta.
Los virus son diminutos, no comen, no se mueven, no respiran, y a diferencia de las bacterias, ni siquiera poseen células. Toda su amenaza reside en su poder reproductivo y en su habilidad para insertar material genético en el interior del núcleo de otras células.
Imaginemos que tenemos un virus de la influenza. Como afecta al tracto respiratorio, la tos y los estornudos asociados facilitan su contagio en un radio de 0,9 metros. El virus también debería originarse en una gran ciudad con mucho tráfico aeroportuario, para que se pierda el rastro fácilmente de la cepa originaria.
Bajo esas condiciones ideales, un virus podría extenderse por el mundo en menos de un año, según las predicciones por ordenador llevadas a cabo por Ira Longini, bioestadista de la Universidad de Washington y del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson de Seattle:
Si se iniciara en Nueva York, se detectaría en Londres en tan solo una semana. Y desde allí, viajaría rápidamente al resto de Norteamérica y Europa.
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