A lo largo de nuestra vida se nos suministran una serie de elementos para mejorar nuestra salud, con o sin nuestro consentimiento, como la sal yodada, el bromuro o el flúor.
Agua fluorada
Cada vez que abrimos el grifo, nos llegan a casa unas aguas que han sido convenientemente cloradas y fluoradas.
En diciembre de 1945, Gand Rapids, en Michigan, fue la primera ciudad a la que se le suministraba agua fluorada. Para averiguar si esta fluoración era buena realmente para la salud de los ciudadanos en general, se llevó a cabo un experimento a gran escala: una ciudad vecina a Grand Rapids se escogió como control en lo que iba a ser un ensayo de 10 años de sus efectos a largo plazo sobre la salud dental.
Tal y como explica Hugh Aldersey-Williams en La tabla periódica:
pero antes de que dicho plazo transcurriera se declaró que la fluoración era un éxito y se extendió rápidamente a otros suministros de agua metropolitanos, incluida la ciudad de control, con lo que se arruinó el experimento. Más de la mitad de habitantes de los Estados Unidos beben hoy agua fluorada, lo que quizá es lo que más se acerca a la asistencia sanitaria libre y universal que pueda obtenerse en aquel país.
Las críticas a la fluoración del agua no han sido tanto por la eficacia del flúor en prevenir enfermedades dentales como en la imposición de un “tratamiento” general sin las precauciones médicas normales del diagnóstico previo, prescripción y determinación de la dosis.
Algunos países europeos han suspendido la fluoración del agua y han introducido en su lugar sal y pasta de dientes fluorada que se pueden comprar opcionalmente. Mientras tanto, los ciudadanos de los Estados Unidos, de manera todavía imprevista, constituyen una de las poblaciones más absolutamente fluoradas del mundo, y la controversia continúa; una página web típica califica la fluoración de “mala desde un punto de vista médico, y además es socialista”.
En efecto, en Europa se han tenido más en cuenta los efectos desfavorables de la ingestión continua de flúor y la posibilidad de riesgos para las personas y la naturaleza que en Estados Unidos, lo que ha conducido en algunos de sus países a la prohibición (Austria, Dinamarca, Holanda, Suecia) o a la suspensión (Alemania, Bélgica, Yugoslavia) de la fluoración de las aguas.
Sal yodada
Por su parte, la sal yodada está tan extendida en Estados Unidos como el agua fluorada, pero su introducción desde la década de 1920 no despertó nunca tanta controversia.
La sal común tiene poco yodo, un ingrediente esencial para la salud. Ya a principios del siglo XX, los países occidentales habían descubierto que añadir yodo a la dieta era la medida de salud pública más barata y eficaz que podía adoptar un gobierno para prevenir defectos de nacimiento y retraso mental.
Siendo ya un elemento químico de número atómico 53, hoy en día sabemos que el yodo es un componente esencial de nuestra dieta: un consumo insuficiente del mismo puede acarrear enfermedades de distinta índole. Tanto es así, que ya el filósofo inglés Bertrand Rusell (1872-1970) empleó estos datos médicos a propósito del yodo para negar la existencia de un alma inmortal: “La energía para pensar parece tener un origen químico […] Por ejemplo, una deficiencia de yodo convierte a un hombre listo en un idiota. Los fenómenos mentales parecen estar ligados a la estructura material”.
Bromuro
Hasta 1975, en el mercado americano se encontraba de forma generalizada los bromuros, que empezaron a obtener reputación como remedio más de un siglo antes, cuando se relacionaba epilepsia con masturbación, ninfomanía y “excitación sexual excesiva”, y se recetaban a cascoporro.
La misma sal, el bromuro de potasio o de sodio, era también el ingrediente activo de los “bromos” que pedían Blanche Dubois, W. C. Fields y otros grandes bebedores. El término genérico evolucionó a partir de Bromo-Seltzer, un antiácido comercial que se vendía en forma de un polvo efeverscente (…) la marca persiste, aunque el producto ya no contiene bromuro.
También se rumoreó, en particular por las tropas británicas durante la segunda guerra mundial, que se añadía bromuro de forma regular a su té para reducir la incidencia de erecciones en los varones.
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