En general, los hombres parecen estar más predispuestos a tener sexo con una persona desconocida y, también, acostumbran a excitarse con mayor rapidez frente a una situación erótica. Sin embargo, hay un síndrome cuya etiología aún es bastante desconocida que produce una excitación permanente en las mujeres. Hasta límites preocupantes.
Según las estadísticas, aproximadamente el 10 % de las mujeres nunca ha experimentado un orgasmo. Un porcentaje más elevado tiene dificultades para alcanzar el orgasmo durante el coito. El problema es diametralmente opuesto en el caso del síndrome de excitación sexual permanente.
El síndrome sexual permanente (PGDA) lo sufren mujeres que no tienen deseo pero que siente que sus genitales están permanentemente excitados y al borde del orgasmo. Lo describe así Pere Estupinyá en su libro S=EX2:
Algunas necesitan inducirse orgasmos de manera continua para poder relajarse por unos pocos minutos. Es una situación tremendamente molesta que no comporta placer alguno y ha conllevado algunos intentos de suicidio. Resulta interesante que se haya intentado bloquear e incluso cortar los nervios que llegan al clítoris sin que la excitación permanente desaparezca.
El síndrome sexual permanente es bastante anómalo, y no fue hasta 2012 que Barry Komisaruk publicara una posible explicación a su origen.
Tras conocer el caso de una mujer que tenía PGDA y quistes de Talov en la llegada al nervio pudendo a la columna vertebral, Barry contactó a una asociación de afectadas de PGDA para que le enviaran imágenes de resonancia magnética de la región sacra de la columna. Dieciocho afectadas lo hicieron, de las cuales doce tenían entre uno y tres quistes de Tarlov pisando terminaciones nerviosas.
De comprobarse que esta propuesta es correcta, un posible tratamiento podría estar basado en la anestesia localizada en la zona de los quistes de Tarlov.
De replicarse con un mayor número de pacientes confirmaría que el PGDA podría estar originado por la excitación permanente de los nervios a la altura de la columna, explicaría por qué bloquear las terminaciones nerviosas a la altura del clítoris no supone mejora alguna.
Vía | Pixabay
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