Uno de los miedos que nuestros padres se encargan de integrar machaconamente en nuestra infancia, junto el de no bañarse después de comer so pena de sufrir un corte de digestión, es que si pisamos o nos clavamos un clavo o un hierro oxidado, entonces probablemente contraeremos el tétanos.
Nunca sabíamos exactamente qué era el tétanos. Lo único de lo que estábamos seguro es que contraer el tétanos significaba morirse a los pocos días, a no ser que uno fuera raudo al médico para vacunarse.
Pero ¿qué hay de cierto en esta idea tan difundida? ¿Realmente un hierro oxidado nos hace contraer el tétanos? ¿Qué tiene el óxido de especial? ¿O acaso todo esto no es más que un mito totalmente injustificado? La respuesta no doble: no es exactamente un mito, pero sí que es una pista falsa, y es una idea peligrosa porque las cosas no funcionan exactamente así.
El término “tétano” nos suena a tétrico, a mortal, a la Muerte con guadaña (oxidada), pero en realidad deriva del griego y significa “tirante, tenso”, porque la infección conduce a una serie de contracciones musculares por todo el cuerpo (primero la mandíbula, por ello en inglés se conoce la enfermedad como “lockjaw” o mandíbula agarrotada).
Sin embargo, las heridas causadas por clavos oxidados no originan necesariamente el tétanos. Porque no importa si el clavo está oxidado o no. Ni siquiera importa que sea un clavo.
Lo que puede causar el tétanos es cualquier objeto punzante. Y sólo nos contagiará de tétanos si en el objeto punzante encontramos Clostridium tetani, un bacilo que sobrevive al aire libre en forma de diminutas esporas. Algo similar al ántrax maligno. Tal y como explica Ken Jennings en su libro Manual para padres quisquillosos:
Estas esporas se encuentran por todas partes, por lo que cualquier tipo de herida, desde un arañazo profundo a una mordedura o picadura de animal, pueden, potencialmente, transmitir el tétanos. No hay nada mágico en el clavo oxidado, salvo que los clavos oxidados suelen estar sucios, y la suciedad puede estar llena de esporas de tétanos. Exagerar la importancia de los clavos oxidados puede resultar contraproducente, porque da a los padres una falsa sensación de seguridad si ven que sus hijos juegan con algo que no está oxidado, pero que de todos modos puede estar contaminado con tétanos.Con todo, el tétanos es algo infrecuente en los países del primer mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, se producen menos de 100 casos al año, generalmente en personas que no se han vacunado. Incluso en tal caso, sólo el 10 % resulta mortal.
Existen datos antiguos desde el siglo V a. C. en los que se describe esta enfermedad. Hipócrates fue el primero que describió los síntomas del tétanos en un marinero. La toxina del tétanos fue descubierta por Knud Faber en 1899, condición previa para el éxito del desarrollo de la vacuna. La inmunización pasiva contra el tétanos se llevó a cabo masivamente por primera vez durante la Primera Guerra Mundial.
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