Hay una escena que nunca olvidaré de una de mis películas predilectas, Fight Club: en ella, los protagonistas se cuelan en una clínica de cirugía estética para robar la grasa que se había obtenido de las liposucciones. Posteriormente, usaban esas grasas para fabricar jabón para vendérselo a las que habían pagado por las liposucciones.
Al igual que Tyler Durden, los científicos también están encontrando un tesoro en las grasas que se extraen de las liposucciones: células madre para combatir enfermedades.
La grasa es un tejido del que todo el mundo quiere desprenderse, así que es una fuente casi infinita para un grupo de científicos de la Universidad de Granada. De esa grasa extraída para obtener cuerpos más en sintonía con los arquetipos actuales de belleza obtienen células mesenquimales, un tipo de células madre presentes en los adultos.
Estas células servirán para regenerar tejido nervioso, cartilaginoso, miocárdico, muscular y óseo. Para ello basta con conseguir que la célula mesenquimal se transforme en el tejido que se desea regenerar mediante una técnica llamada transdiferenciación, que extrae el “pool” proteico (el interior de la célula) del tejido que necesita regenerarse.
Luego deben implantarse las células en el órgano que se quiere curar empleando un catéter o micronavegadores, unas esferas diminutas inyectadas en la sangre, que transportan las células madre hasta el punto donde deben actuar.
Además, si es el propio paciente el que ofrece, por ejemplo, su grasa abdominal para regenerar parte de un órgano dañado, la ventaja es que el organismo no la rechazará con toda probabilidad.
Ahora, gracias a las células mesenquimales (que antes no se creía que tuvieran la misma capacidad de las células madre embrionarias) podemos comernos una rosquilla sin tantos remordimientos de conciencia.
Vía | Popular Science
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