El deporte moderno no suele ofrecer la catarsis de la sangre que la guerra sí que proporcionaba, pero sí que ofrece la una catarsis de sudor. Al practicar un ejercicio intenso podemos liberarnos del estrés, las tensiones y el descontento.
Levantar pesas, correr en bicicleta y acudir al gimnasio es un ritual físico. El entrenador personal es el nuevo sacerdote.
Funcionamiento
Pero ¿cómo funciona exactamente esta catarsis? En primer lugar, el ejercicio físico intenso desborda el sistema nervioso simpático y activa el parasimpático, lo que nos hace liberar endorfinas y endocannabinoides, lo que finalmente proporciona sensación de calma y sosiego, así como satisfacción.
Si además practicamos deporte en equipo o con otras personas, compartimos ese chute de endorfinas y nos sentimos vinculados con los demás. Tal y como abunda en ello Jules Evans en su libro El arte de perder el control:
Cuando más agotados nos sentimos, menos energía mental tenemos para dedicarla a preocupaciones neuróticas. Podemos llegar a lo que los neurocientíficos denominan “hipofrontalidad transitoria”, en la que llega menos sangre a la corteza prefrontal del cerebro y entramos en una fase de bendita quietud.
Incluso algunas formas de espiritualidad nacen del deporte extremo, como el movimiento Sri Chinmoy, que buscan trascenderse a sí mismos corriendo 4,345 km en 52 días alrededor de una manzana de Nueva York.
Imagen | Phil_Heck
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