La moda de rechazar la medicina oficial está provocando que enfermedades casi erradicadas como el sarampión vuelvan a ser un problema

La moda de rechazar la medicina oficial está provocando que enfermedades casi erradicadas como el sarampión vuelvan a ser un problema
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Como ya os señalaba en La inmoralidad de profesar una fe (I) y (yII), una persona que sostiene una fe irracional no sólo puede ser altamente perjudicial para sí mismo, sino también para los demás. La idea de respetar todas las creencias es una estupidez: si se respetaran todas las creencias, también debería respetarse el no respetar determinadas creencias. O incluso deberíamos respetar ideas como el nazismo.

Las ideas deben someterse a continuo escrutinio, y las ideas que no pueden ser sometidas a ese escrutinio (el cual incluye crítica, mofa, befa y todo lo demás), directamente deberían ser erradicadas de la sociedad. O pasan cosas como las que están pasando con el sarampión.

Bajo el lema de El niño es mío y si quiero lo mato; y si se lleva por delante a medio colegio, no es asunto mío, muchos padres no sólo se aferran a ideas basadas en la fe irracional o dogmática, no sólo pretenden que se les respete esa clase de fe, sino que incluso no tienen suficiente con contaminar el cerebro de los niños con las ideas: tampoco tienen ningún problema en contaminar su cuerpo.

Por ello el sarampión y la rubeola, que ya se consideraban enfermedades casi erradicadas, vuelven a estar en la picota. La enfermedad crece en España ayudada por grupos que no vacunan a sus hijos por ideología: los 1.300 casos de 2011 multiplican por cinco los de 2010. Los que se niegan a vacunar a sus hijos no son solo población marginal o intelectualmente pobre: también son familias bien formadas que secundan estilos de vida pretendidamente naturalistas y que rechazan los productos de la industria farmacéutica como gesto de militancia.

La publicación en 1998 de un artículo científico que vinculaba la triple vírica con el autismo provocó un descenso de la tasa de cobertura de la vacuna por debajo del 80% en 2004. Aunque la propia revista The Lancet, una de las más reputadas en el mundo científico, retiró el artículo porque el autor había falseado datos, los activistas lo siguen citando para alertar contra las vacunas.

Lua Català, pediatra, homeópata (sí, repitamos… homeópata) y simpatizante de la Liga para la Libertad de Vacunación, la retirada del artículo de Andrew Wakefiled no es más que una prueba de “los intereses oscuros” que defienden las empresas farmacéuticas. Recordemos que esta Liga, hace unos meses, se propuso retirar la obligación de vacunación de sarampión que el Juzgado Contencioso Administrativo 5 de Granada había solicitado a petición de la Delegación de Salud de la Junta de Andalucía.

Alarmada por el aumento de enfermedades como el sarampión o la tos ferina, la Generalitat de Cataluña hará firmar un documento a los progenitores que no vacunan donde conste que conocen los riesgos a los que someten a sus hijos. Aunque en España son una minoría, en países como Reino Unido estos padres han tenido un gran impacto en la salud pública.

Y es que ya no es que haga falta carnet de padre (como es necesario carnet de conducir). Empiezo a sospechar que hace falta un carnet de ciudadano. Eso proporcionaría vacunas a todos los niños; y también vacunaría la mente de muchas personas.

Vía | El País

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