Las actores de cine y televisión, así como los iconos de la belleza y la moda, cada vez lucen más delgados, casi esqueléticos, a la par que en el mundo cada vez hay más gente obesa (lo cual, entre otras cosas, nos hace sospechar que no existe una correlación clara entre la influencia de los medios de comunicación y el estilo de vida de las personas: de hecho, las personas tratan de ponerse a la altura de sus pares sexuales, no de los personajes que aparecen en los medios… pero ese análisis lo dejamos para otro día).
En todo el mundo, la obesidad y el sobrepeso ya forman parte de las vidas de 1.500 millones de personas (un índice de masa corporal, que se obtiene haciendo un cálculo entre la estatura y el peso del individuo y éste elevado al cuadrado, igual o superior a 25, en el caso de sobrepeso, y un 30 en el caso de obesidad). La pandemia también se ceba con los niños menores de cinco años: en 2010, había 40 millones que sobrepasaban el peso ideal.
Por países, según el OECD Health Data 2012, la proporción de adultos obesos queda así:
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Estados Unidos (33,8 %)
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México (30 %)
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Nueva Zelanda (26,5 %)
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Chile (21,5 %)
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Luxemburgo (21 %)
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Finlandia (20,2 %)
En España encontraríamos un 16 % de personas obesas, pero distamos de ser el país con menos obesos. En ese caso deberemos viajar hasta Corea (3,8 %), Japón (3,9 %), Suiza (8,1 %), Noruega (10 %) e Italia (10, 3 %).
Otros estudios tienen en cuenta Nauru, un estado de Micronesia, situado en el océano Pacífico central, un lugar particularmente extraño si hablamos de obesidad. Allí existe la mayor proporción de gordos del mundo: es el país que presenta más de 95% de personas con sobrepeso.
Se estima que aproximadamente hay entre 100 y 200 genes implicados en determinar la cantidad de energía que una persona consume, la manera en el que quema los alimentos y cuánta grasa almacena, tal y como señala Jörg Blech en su libro El destino no está escrito en los genes:
De estos datos no podemos extraer información sobre grupos de riesgo, sino sencillamente variantes biológicas. Tomemos a dos personas: aunque coman y se muevan en igual medida, una de ellas tendrá tendencia a estar delgada, mientras que la otra engordará con más facilidad. No obstante, estas tendencias genéticas no son suficientes para explicar la obesidad que padece la humanidad desde hace sólo unas cuántas décadas.
Pero para Blech el lugar de residencia (o dicho de otro modo, el conjunto de costumbres asociados a ese lugar de residencia) es mucho más determinante que la herencia genética:
La ciudad de Washington constituye un magnífico ejemplo: el metro la cruza hasta la comarca de Montgomery, en el estado vecino de Maryland. La esperanza de vida de quienes residen en poblaciones situadas a lo largo de la línea de metro se incrementa en medio año por cada milla recorrida: los hombres que viven alrededor de la primera parada, en el centro de la ciudad, son pobres y viven un promedio de 57 años; en las inmediaciones de la última parada, habitan hombres más ricos y con una esperanza de vida de 76,6 años.
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