Nos estamos quedando sordos, todos nosotros. No, no me refiero a que hemos dejado de escuchar y nos limitamos a oír (que también), sino a que cualquier nativo zulú o del Amazonas de 75 años de edad tiene, por término medio, mejor capacidad auditiva que un occidental de 40.
Es lo que sostiene Jordi Coromina, otorrino que ejerce en el Centro Médico Teknon y que investiga la pérdida de audición de los jóvenes. Actualmente está visitando a pacientes de 40 años con presbiacucia, el oído cansado, una pérdida de audición fisiológica que generalmente se inicia pasados los 55 años.
Cada vez hay más personas que oyen pero que no entienden lo que se les dice: sólo registran los sonidos graves. Cada vez hay más casos de acúfenos: una enfermedad infernal en la que todo el día y toda la noche, sin interrupción, se genera un ruido agudo o grave (booo o piii) en el oído.
Las razones para el nacimiento de esta nueva generación de sordos son diversas, como el ruido ambiental de las grandes ciudades: el tráfico rodado puede alcanzar 80 decibelios, cuando el límite fisiológico tolerable es de 60 decibelios.
Pero el motivo principal estriba en los reproductores de mp3 y los auriculares que se introducen en la oreja, a diferencia de los clásicos que funcionaban a través de los mecanismos externos envueltos de espuma.
Un reproductor de mp3 puede llegar a alcanzar hasta 150 decibelios. Y el volumen medio al que se escucha la música (le rock, por ejemplo, es más perjudicial que la música clásica) es de 90 y hasta 100 decibelios.
La compañía Apple ya había recibido denuncias médicas de pacientes de EEUU que habían perdido audición, y ello le llevó a introducir un autolimitador de volumen. La UE también emitió una normativa que se aconseja a la industria no fabricar aparatos de sonido de mp3 que superen los 100 decibelios.
Es la teoría. En la práctica… bien, pronto me veo hablándole a la trompetilla de mi contertulio. Y hablándole muy, muy grave.
¿Cuál es la población del mundo que oye mejor?
Los nativos de la selva, los agricultores que trabajan solos y los monjes que viven en silencio. El silencio es el mejor amigo del oído.
Vía | El Periódico
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