Un simple pelo en un plato de sopa puede ser suficiente para que dejemos de comer y llamemos al camarero airadamente. Sin embargo, ¿un pelo en la comida (sea propio o ajeno) puede representar un riesgo para la salud?
Pues en absoluto. De hecho, un pelo en la comida es algo tan inocuo que incluso la Agencia de Drogas y Alimentos (ADA) ni siquiera ha especificado un límite de pelos admisible en un plato en sus directrices de códigos alimentarios. Y es que la ADA aún no ha recibido ningún reporte de persona que haya enfermado por ingerir un pelo, por mucho asco que nos dé.
Y es que un pelo, en realidad, solo está compuesto por proteínas densamente distribuidas, llamadas queratina. Es posible que los estafilococos (que pueden provocar diarrea o indisponer el estómago) se cuelen en un mechón de pelo, en efecto, pero es muy improbable que una cantidad tan minúscula sea suficiente para provocar problemas gastrointestinales.
Para que un pelo fuera un problema en nuestro plato de sopa no debería ser un pelo sino una melena entera, tal y como explica Bjorn Carey en su libro ¿Sabías qué...?:
Grandes cantidades de pelo pueden provocar en el estómago efectos parecidos a los de un desagüe. Se formarían grandes cálculos, llamados bezoares, que podrían causar dolores abdominales y otros síntomas.
Si nos disponemos a comernos un plato de espaguetis, pues, no debería preocuparnos tanto el ingerir un pelo del cocinero como otras cosas que la ADA sí que reconoce: admite hasta un máximo de dos gusanos por lata de tomate.
Por si esto fuera poco, muchas de las cosas que comemos llevan pelos humanos en cierto modo, pero procesados.
Los fabricantes de alimentos utilizan a menudo L-cisteína, un aminoácido con queratina que estabiliza la masa y estimula las papilas que detectan los sabores salados y sabrosos. Aunque algunas fábricas sintetizan la L-cisteína artificialmente o a partir de plumas de pato, otras lo hacen usando cabello humano. Pero es un proceso limpio, gracias al paso previo de hervido en ácido hidroclórico para extraer la L-cisteína.
Sea como fuera, el pelo en la sopa nos seguirá dando asco. Así que levantad airadamente el brazo para pedir explicaciones al camarero (y rezad para que no haya leído este artículo).
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