A pesar de que se repite a menudo que el dolor del parto supone tanto dolor que ningún hombre sería capaz de tolerarlo (lo que implícitamente significa que la mujer tolera mejor el dolor que el hombre), el psicólogo Dan Ariely quiso comprobar hasta qué punto esto era cierto realizando un experimento.
Seleccionó un grupo de voluntarios para que pusieran una mano en agua cliente y la dejaran allí hasta que no pudieran aguantar más el dolor.
El resultado es que los hombres mantenían más tiempo la mano en el agua, lo que podía significar que su umbral de dolor era más alto, o que sencillamente no querían quedar en mala posición respecto a las mujeres.
Sea como fuere, Ariely explicó estos resultados a Ina Weiner, que mantiene la idea de que las mujeres toleran mejor el dolor. Y, tal y como explica en su libro Las ventajas del deseo:
Sin inmutarse, ella se apresuró a contestarme que lo único que había demostrado es que los hombres eran idiotas. “¿Por qué debería alguien mantener la mano en el agua para su estudio? - preguntó en tono burlón -. Si hubiera una razón seria para el dolor, vería usted que las mujeres son realmente capaces de soportarlo”. Aquel día aprendí algunas cosas importantes sobre la ciencia, y también sobre las mujeres. Y además aprendí que cuando alguien está muy convencido de algo es muy difícil convencerle de lo contrario. En cuanto a la cuestión de si los hombres o las mujeres tienen un umbral de dolor y si está conectado de algún modo con el parto, se trata de una pregunta que sigue abierta.
De hecho, hasta los genes vinculados con el dolor podrían tener un componente de género. Así lo demostró la investigación de Jeffrey Mogil, de la Universidad McGill en Montreal, Canadá. Según Mogil:
Si llevas al laboratorio a hombres y a mujeres y los sometes a pruebas objetivas, con distintos tipos de estímulos dolorosos, no siempre hay una diferencia pero, cuando la hay, siempre va en el mismo sentido. Las mujeres o bien tienen una menor tolerancia al dolor o una mayor sensibilidad. Unas veces las diferencias son mayores que otras, pero hay evidencia de que mujeres y hombres procesan el dolor de forma diferente, utilizan distintos circuitos del cerebro, distintos elementos químicos y hasta cierto punto, distintos genes.
Imagen | Pixabay
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