Si acudís al baño de vuestra propia casa, no temáis particularmente los asientos de los inodoros, que son mucho más limpios que, por ejemplo, el fregadero o el teclado de vuestro ordenador.
Si acudimos a un baño público, probablemente estamos entrando en una especie de granja de bacterias. De hecho, se recomienda no tocar las superficies del baño más de lo imprescindible. También no os preocupéis tanto por los asientos de los inodoros, que suelen estar más limpios que el lavabo (básicamente porque los asientos de los inodoros se mantienen más secos).
Eso es aplicable, también, en el caso de que el baño parezca una cascada rococó, como me pasó a mí no hace mucho. Y cuando tiréis de la cadena, acordaos de bajar la tapa, como ya os expliqué en Estamos rodeados de microbios o por qué es mejor tirar de la cadena con la tapa bajada.
Una vez hecho esto, ¿hasta qué punto es necesario lavarse las manos? Pues es mucho más importante de lo que parece. De hecho, la OMS estima que lavarse las manos con frecuencia sirve para reducir un 24 % las probabilidades de contraer enfermedades respiratorias, y en un 50 % las estomacales.
El problema, sin embargo, no reside tanto en que nos lavemos o no nos lavemos las manos, sino en que la mayoría de nosotros no sabe lavarse correctamente las manos. La mayoría de nosotros apenas se moja las manos, o dedica unos pocos segundos a frotárselas con jabón.
Un lavado correcto de manos implica al menos 20 segundos de nuestro tiempo, frotándose concienzudamente las manos con jabón y agua. A continuación, también hay que tener cuidado al secarse las manos si estamos en un baño público, sobre todo si hay secador automático, tal y como explica Ken Jennings en su libro Manual para padres quisquillosos:
Un estudio de 2008 llevado a cabo en una universidad de Londres determinó que también existe una manera incorrecta de secarse las manos. Esos secadores eléctricos que calientan el aire duplicaban, de hecho, el número de bacterias de las manos de los sujetos durante el proceso de secado, y esos nuevos modelos de chorro de aire a inyección, esos que supuestamente lanzan un chorro a las manos a una velocidad de 650 kilómetros por hora, eran capaces de lanzar los gérmenes de las manos a dos metros a la redonda del aparato. En cambio, esas toallitas de papel que parecen tan anticuadas absorbían un 76 por ciento de todas las bacterias y no propagaban nada.
Otro factor que puede ir en nuestra contra, a pesar de que nos lavemos concienzudamente las manos, es que la pastilla de jabón o el dispensador de jabón líquido estén muy sucios. Sigue de nuevo Jennings:
Un estudio llevado a cabo en 2011 por una empresa de jabones con sede en Ohio arrojó resultados repugnantes: dispensadores de jabón de escuelas primarias que no habían sido lavados jamás, moho formándose en pastillas de jabón, y noveles de bacterias en jabones líquidos que superaban en diez mil veces los índices normales (hasta alcanzar los diez millones de bacterias por milímetro).
Y si finalmente te da pereza todo este ritual, tal vez te interese saber si hay una alternativa más cómoda en ¿El jabón antibacteriano sirve para acabar con los gérmenes?
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