Para que luego digan que los altamente interesados en su sueldo son unos materialistas, ahora existen motivos extra, motivos biológicos, motivos incluso que atañen a la salud, para aspirar a un buen puesto de trabajo. En una época de crisis económica galopante como ésta, en la que millones de personas están perdiendo sus empleos, quizá no se está haciendo suficiente hincapié en un efecto colateral que este hecho tiene en todos nosotros. Un efecto que va más allá de nuestros bolsillos.
Y es que la categoría profesional de una persona puede predecir mejor sus posibilidades de un ataque cardíaco que la obesidad, el tabaquismo o la hipertensión.
Pero no vayamos tan deprisa y remontémonos al origen de esta correlación.
En la Guía de la mujer inteligente para el conocimiento del socialismo y el capitalismo (1928), George Bernard Shaw defendía que las modernas sociedades capitalistas era víctimas de una forma de establecer las jerarquías especialmente errónea:
Si se permite a cualquier hombre hacer por sí mismo y a su manera tanto dinero como pueda, sometiéndose únicamente a las leyes que contienen la violencia ciega y el puro y simple fraude, la riqueza se distribuirá espontáneamente en proporción a la laboriosidad, sensatez y, en general, a la virtud de los ciudadanos, con lo que los hombres buenos se harán ricos y los malos pobres.
Sin embargo, esto no es así: el sistema basado en la meritocracia es una invención para calmar conciencias. Shaw dice que cualquier hombre despiadado y ambicioso:
puede hacerse con tres o cuatro millones de libras vendiendo mal whisky, acaparando la cosecha de trigo y comercializándola a un precio tres veces superior al de su coste, o realizando periódicos o revistas estúpidos que difunden anuncios engañosos. Mientras que hombres que practican sus nobles facultades o ponen en peligro su vida para favorecer el conocimiento y el bienestar del ser humano pueden terminar en la pobreza y en la insignificancia.
Dicho esto, espero que quede claro que juzgar moralmente a una persona en base a su rango salarial es un error. Y es posible que el deseo de enriquecerse, en muchos casos, sea un deseo netamente abyecto. Sin embargo, la ciencia está descubriendo unas consecuencias muy reveladoras de nuestro estatus social.
Anhelar un puesto de trabajo mejor en nuestra empresa o tener un sueldo superior al del vecino podría tener implicaciones en nuestra salud que vale la pena analizar.
Ya entre los monos de los parques zoológicos podemos observar esta tendencia. Los monos que se hallan en lo más bajo del orden jerárquico quizá vivan bajo menos presión (una justificación para muchos holgazanes). Pero lo cierto es que, intimidados por sus compañeros de más categoría, están más estresados, su sangre contiene más cortisol, sus cerebros tienen poca serotonina, sus sistemas inmunitarios están permanentemente deprimidos y sobre las paredes de sus arterias coronarias se forma tejido cicatrizal.
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