Hasta el siglo XV no existía la imprenta, o lo que viene a ser lo mismo: apenas había transmisión de cultura a través de los libros. Por eso, una persona nacida en 1453, el año de la caída de Constantinopla, podía atesorar ocho millones de libros nacidos gracias a la imprenta, más que todos los libros producidos por todos los amanuenses y escribas de Europa desde que Constantino fundó su capital en el año 330.
En 1635, el correo real de Inglaterra se convirtió en el primer servicio postal público de Europa. Otro pequeño salto en la comunicación.
Más saltos exponenciales
Dos siglos después, Samuel Morse inventaba el telégrafo: ahora los mensajes podían viajar a la velocidad de la luz. Era 1844 cuando envió un mensaje entre Baltimore a Washington.
Alexander Graham Bell hizo la primera llamada telefónica 32 años después. Al teléfono le costó casi 40 años alcanzar una penetración significativa en su uso entre la población general.
En 1990 hubo otro salto cuántico: el primer mensaje de texto fue enviado y recibido en 1992. Ocho años después, la mitad de Estados Unidos ya tenía teléfono móvil.
En 1995, el 60 por ciento de la gente adulta de Estados Unidos afirmaba no haber oído hablar nunca de internet o de que no estaban seguros de lo que era. Cinco años después, la mitad de la población estaba conectada.
El crecimiento en la comunicación incluso se aceleró más en el siglo XXI, como explica Derek Thompson en su libro Creadores de Hits:
Los teléfonos fijos e inalámbricos conectaron a los adolescentes en la década de 1990; pero a principios del siglo XXI la comunicación por chat en internet era la norma. Luego estalló la revolución de las redes sociales Friendster en 2002, Myspace en 2003, Facebook en 2004, Twitter en 2006, WhatsApp en 2009, Instagram en 2010 y Snapchat en 2011.
Todo es demasiado nuevo. Ni siquiera lo hemos digerido. Y es probable que en breve haya nuevos saltos cuánticos de velocidad y cantidad en el ámbito de la comunicación. Saltos cuyas consecuencias somos ahora mismo incapaces de predecir. Deberemos tener los ojos bien abiertos.
Mientras, si queréis profundizar en cómo se ha acelerado al comunicación en los últimos 200 años, podéis ver los siguientes vídeos, donde lo explicamos en más detalle: