Confesarse tiene más de intención que otra cosa, o al menos es lo que deben pensar los usuarios de los cada vez más variados sistemas de confesión a través de internet.
Se supone que tu deidad favorita es capaz de oírte a través de los bits, el WiFi, e incluso las redes sociales, tal y como sugiere la congregación judía de Florida, que en 2013 animó a sus miembros a expiar sus pecados a través de tuits anónimos pero absolutamente públicos: todos ellos serían proyectados en una pantalla durante las ceremonias de Yom Kiput.
Esto es solo la punta del iceberg de la cyberconfesión, tal y como explica Thomas P. Keenan en su libro Tecnosiniestro:
En un orden de cosas más secular, Reddit contiene todo un subforo llamado “r/confession”, y páginas como www.truuconfessions.com (“tu mejor amigo anónimo”) proliferan gracias a esta obsesión por compartir con desconocidos los secretos que a uno le hacen sentir mal. Aquí, puedes averiguar quién siente concupiscencia por la esposa de su primo y quién le dio una “patada a un crío (que seguramente se lo merecía).
No cabe duda de que esta forma nueva de comunicarse con un poder supremo tiene sus ventajas, pero también lleva aparejados algunos inconvenientes: las religiones fundan parte de su éxito proselitista en el handicap. Es decir, que a medida que se facilitan las cosas a los acólitos, las religiones pierden seguidores.
Las prohibiciones y controles, cuanto más expeditivos son, más parecen favorecer la cohesión de estos grupúsculos, como sugiere Richard Sosis, del Departamento de Antropología de la Universidad de Connecticut.
Los credos también se devalúan si se facilitan demasiado las cosas, como ya sucedió con el fenómeno de la burbuja de indulgencias que tuvo lugar al poco de inventarse la imprenta.
Y es que, de acuerdo con la teología católica, una indulgencia es una manera de reducir la cantidad de tiempo que alguien pasa en el purgatorio por pecados que ya han sido perdonados. Gracias a la imprenta, se pudieron imprimir cantidades ingentes de indulgencias; y a más indulgencias, más dinero para la Iglesia. Sin embargo, hacia el año 1550, el volumen de indulgencias que circulaba era tal que perdieron su sentido por su abundancia.
Bajo ese prisma, habrá que valorar la conveniencia de confesarse por internet y, quizá, sacrificar un poco de comocidad en aras de que los creyentes no opten por otros credos más exigentes.