Debemos exigir un mayor control de los algoritmos: nuestra libertad está en juego

Debemos exigir un mayor control de los algoritmos: nuestra libertad está en juego
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Los algoritmos que se usan en las redes sociales no solo está clasificando los contenidos en función de su popularidad, no solo nos ofrece unos u otros contenidos en función de nuestras supuestas preferencias, no solo trata de captar nuestra atención lo máximo posible con el siguiente contenido... de algún modo están condicionando de manera permanente nuestra manera de percibir el mundo.

Ante lo cual se requiere un exhaustivo análisis de lo que los algoritmos hacen, cómo lo hacen y de qué formas podríamos cambiarlos para que ello redunde en contenidos que resulten más aptos para todos, no en términos de diversión, sino sobre todo en términos de libertad (entendida ésta como conocimiento, oferta plural y acceso a todas las opciones disponibles).

Violencia infraestructural

James Bridle, un artista británico que ha estudiado los efectos de los algoritmos, ha bautizado a estas dinámicas como "violencia infraestructural": una forma de coerción invisible que ni siquiera somos capaces de captarla o hablar de ella.

Los algoritmos, sencillamente, están alimentando nuestros sesgos, cuando, habida cuenta de que ante nosotros se nos abre la Biblioteca de Alejandría, deberían estar invitándonos a liberarnos de ellos.

La razón última es que los algoritmos no están diseñados para hacer del mundo un lugar mejor, ni siquiera para que podamos ser ciudadanos informados: sencillamente están diseñados para que nos enganchemos, para nuestra atención se convierta en el bien más preciado.

Paul Mason, autor de Por un futuro brillante, reclama decretar una utilización ética de los algoritmos, con una obligación revelación de los mismos, para que los modelos de negocio no se basen tanto en captar nuestra atención o en volvernos adictos de lo que estamos viendo; ni siquiera para darnos la razón continuamente a propósito de todo lo que creemos, propiciando las burbujas ideológicas.

Tenemos que oponernos a todo lo que reduzca nuestro control consciente sobre nuestro entorno de trabajo, o sobre nuestra libertad de elección racional, o sobre nuestra libertad en general. Y no llevados de la tecnofobia, sino del deseo de mejorar las máquinas, de mejorar y hacer más transparentes los algoritmos, de aumentar nuestro control.

Ante lo cual, resulta perentorio no solo sacar a la luz dichos algoritmos, sino exigir cierta responsabilidad social ante los mismos, a fin de que no solo prevalezcan los beneficios económicos de las empresas (obviando los efectos secundarios), sino que también podamos aprovecharnos como sociedad de una de las mayores herramientas de la historia de la humanidad.

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