La vida compleja nunca podría haber evolucionado sin la capacidad de curarse a sí misma. Cuando un animal sufre una herida por punción, por ejemplo, diversos compuestos fluyen desde los vasos sanguíneos a la zona de la herida, donde alimentan el crecimiento de nuevo tejido para rellenar el área dañada. El proceso, sin embargo, requiere un sistema vascular para entregar los componentes necesarios. Debido a que los materiales carecen de esta complejidad, la reparación precisa la intervención humana.
En ese sentido, no es la primera vez que se desarrolla un plástico con capacidad de autorreparación, sin embargo sí que es la primera vez en que dicha reparación se demuestra en un tamaño tan considerable: un agujero de 9 milímetros de ancho en una hoja de plástico, tal y como señalan los investigadores responsables del hallazgo en Science. Esto es aproximadamente 100 veces más grande que cualquier defecto previamente autoreparado en un material.
En los anteriores diseños, unos canales estrechos similares a los vasos sanguíneos del tejido vivo proporcionan compuestos que sellaban las fisuras en el material. Pero si el daño era mayor que, por ejemplo, el tamaño de una bala, los compuestos eran incapaces de crear un sello reparador. Ahora, los huecos más grandes se rellenan de otro modo. Primero, llenaron dos canales paralelos de 330 micrómetros de diámetro con dos mezclas de moléculas orgánicas para formar estructuras sólidas y semisólidas; las mezclas fueron teñidas de rojo y azul.
A continuación, los investigadores insertaron los canales en una lámina de plástico de 3 milímetros de espesor. Al punzar la hoja punza, los compuestos de color rojo y azul fluyen hacia el agujero y se mezclan entre sí. Un catalizador se une a los dos compuestos, dando como resultado un gel semisólido que llena el agujero de afuera hacia adentro.
Según Ellen Arruda, ingeniera de la Universidad de Michigan:
Es muy emocionante. Creo que es un gran paso adelante en la capacidad de sanar de forma autónoma estructuras sin intervención.
El hallazgo podría conducir a nuevos tipos de alas de los aviones y componentes de naves espaciales que podrían repararse a ellos mismos en pleno vuelo.
Vía | Science Magazine
Foto | Nathan Bajandas/Beckman Institute/University of Illinois
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