Un podcast es una suerte de blog de audio, una radio a la carta a la que uno se suscribe mediante un sistema de redifusión (RSS) que permite al usuario lo escucharlo en el momento que quiera. El término podcast surgió como contracción (llamada portmanteau en algunos ámbitos) de las palabras Pod (personal on demand) y broadcast (transmisión). El origen del podcasting se sitúa alrededor del 13 de agosto de 2004, cuando Adam Curry usó una especificación del formato RSS, de Dave Winer, para incluir archivos adjuntos.
El podcast, aunque no ha gozado de la popularidad de los blogs, mantiene su público fiel, y crece año tras año. Hasta yo mismo, en su día, mantuve un podcast, la primera novela en español en ese formato.
Sin embargo, en 1889 también existió una suerte de podcast, el que podríamos considerar el primer podcast de la historia.
Los intelectuales de aquella época empezaron a sospechar que no tardaría en ocurrir lo inevitable: que la gente acabaría por escuchar las novelas en vez de leerlas, sobre todo desde la invención del fonógrafo por parte de Thomas Edison, tal y como refiere en un ensayo de 1889 Philip Hubert, publicado en la Atlantic Monthly:
muchos libros y relatos no se darán nunca en la imprenta, sino que llegarán a manos de los lectores (o mejor dicho, de los oyentes) en forma de fonogramas.
Hubert incluso profetizaba que las máquinas de escribir quedarían sustituidas por el fonógrafo.
Aquel mismo año, el futurista Edward Bellamy sugería, en un artículo en la Harper´s, que la gente acabaría “leyendo con los ojos cerrados”.
Andarían por ahí con un diminuto reproductor de audio, llamado “indispensable”, que contendría todos sus libros, periódicos y revistas. Las madres, escribió Bellamy, ya no tendrían que “quedarse roncas los días de lluvia contando cuentos a los niños para mantenerlos lejos de las malas compañías”; y cada niño tendría su propio indispensable.
El indispensable, pues, era una especie de protopodcast que, sin embargo, tardaría más de cien años en materializarse (si obviamos el walkman, usado principalmente para música, y los audiolibros, un material todavía minoritario).
Un autor y editor francés, Octave Uzanne, cinco años después escribió también cosas parecidas en la Scribner´s Magazine, en un artículo titulado The End of Books:
Así, la imprenta, “un proceso algo anticuado” que durante siglos “ha reinado despóticamente sobre la mente del hombre”, se vería sustituida por “la fonografía”; y las librerías se convertirían en “fonotecas”. Asistiríamos al retorno del “arte de la dicción” a medida que los narradores orales ocupasen el lugar de los escritores. “Las damas”, concluía Uzanne, “ya no dirán, al habar de un autor de éxito: ¡Qué gran escritor!, sino que temblando de emoción suspirarán: ¡Qué voz tan seductora y emocionante tiene este narrador!”.
Vía | Superficiales de Nicholas Carr
Ver 4 comentarios