Viene al pelo la comparación que hacen en la fuente de este artículo entre el escáner cerebral que os voy a comentar y la película Minority Report, de Spielberg. Para los que no la hayan visto, está ambientada en un futuro cercano, y en él la policía es capaz de detectar conductas criminales, e incluso crímenes, antes de que se produzcan, con lo que son capaces de detener cualquier acto de este estilo en el mismo momento en que se va a producir.
Este argumento de ciencia ficción tiene la contrapartida en el mundo real con unas nuevas técnicas de interpretación de patrones cerebrales que permitirían detectar las intenciones de las personas, antes de que lleven a cabo la acción pretendida. Investigadores del Instituto Max Planck en Alemania, junto con colegas de la University College London y la Universidad de Oxford han llevado a cabo un estudio en el que, mediante imágenes de escáner cerebral de alta resolución son capaces de identificar patrones de actividad cerebral e interpretarlas para identificar intenciones de acción. Con esto son capaces de predecir los actos de una persona con un aceptable grado de probabilidad, teniendo en cuenta el incipiente estado de desarrollo de la técnica.
Conseguir una lectura fiable de estos patrones cerebrales es complicado, mientras no se refine la técnica, pero el ritmo creciente de progresos en el campo de la neurociencia es asombroso, y el debate ético debe comenzar. Como ocurre en la mayoría de los campos relacionados con la biología y las ciencias médicas, los científicos se enfrentan a enormes escollos éticos y morales en los que intervienen sobre todo los derechos más básicos de toda persona, en este caso, la libertad de pensamiento y la intimidad.
Porque, ¿es bueno o malo poseer la habilidad de leer el pensamiento para, por ejemplo, conocer la tendencia a la violencia de una persona en concreto? ¿Hasta qué punto podemos asegurar al 100% que lo que interpretemos de los patrones cerebrales nos llevarán a la certeza de que esa persona llegará a realizar la acción cmpletamente? ¿Dónde está la frontera entre intención y realización?
Desde luego, la complejidad desde el punto de vista de las leyes es enorme, y la discusión entre las diferentes opiniones será cruenta. El hecho de lograr la lectura de las intenciones de la gente es sin duda un hito importantísimo para la ciencia, pero el problema empieza cuando pasa de ser un experimento a ser una herramienta. Para mi, la clave está en que estos estudios permitan diferenciar clarísimamente, rayando el 100% de eficacia, entre intención y realización. Y desde luego, si sirve como detector de mentiras mucho más refinado que el polígrafo, adelante.
Otra aplicación interesante que mencionan los investigadores, seguramente para convencer a la opinión pública de las ventajas de estas técnicas, está relacionada con el control de los ordenadores con la mente. Aquéllos que me conocen ya me han odio comentar lo que yo daría por prescindir del teclado y de toda interfaz mecánica con el ordenador, aunque mis ansias están guiadas más por la vagancia y las ganas de escribir todos los posts en la mitad de tiempo que por metas más elevadas.
Ciertamente este tema promete ser muy controvertido, y aunque los avances en este terreno serán lentos, procuraré informarme puntualmente de las novedades.
Vía | Impact Lab
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