La tecnología está alterando la práctica médica hasta límites que creíamos insospechados. No solo porque la tecnología puede mejorar la eficacia del diagnóstico o el tratamiento, sino porque la tecnología también influye psicológicamente en la profesión médica.
Por lo que parece, cuando los médicos usan ordenadores para tomar notas sobre los pacientes, en vez del tradicional bolígrafo, los registros de cada visita son casi iguales entre sí, palabra por palabra, excepto variaciones menores confinadas a la queja principal, tal y como señala el médico e investigador Stephen Levinson.
La razón de esta forma de proceder, según Levinson, se debe a que escribir en una plantilla de ordenador es más rápido y eficiente, y también porque el texto incorpora listas de pruebas que sirven como disparador adicional para incoporar cargos a las facturas de los pacientes. Abunda en todo ello Nicolas Carr en su libro Atrapados:
El coste de la especificidad y precisión disminuidas se multiplica a medida que los registros clonados circulan entre otros médicos. Los facultativos terminan perdiendo una de sus fuentes principales de aprendizaje cotidiano. La lectura de notas dictadas o manuscritas de especialistas ha sido durante mucho tiempo un beneficio educativo importante para médicos de atención primaria, profundizando su comprensión no solo de pacientes individuales sino de cualquier cosa.
Interacción con el paciente
Una internista del Bellevue Hospital de Nueva York, Danielle Ofri, también acusa pérdidas sutiles en el cambio de registros en papel a electrónicos: "En el ordenador todas las visitas parecen la misma desde fuera, así que es imposible decir cuáles fueron únicamente visitas exhaustivas con evaluación detenida y cuáles fueron únicamente visitas breves para recetar medicación".
El ordenador también parece competir por la atención del médico frente al paciente, afectando a la capacidad de los clínicos para estar totalmente presentes, tal y como ha analizado la profesora Beth Lown, de la Harvard Medical School, al evaluar los efectos de la automatización de la tarea de tomar notas.
Éste y otros estudios, como el realizado en una clínica de la Administración de Salud de Veteranos de Estados Unidos, pone en evidencia que los pacientes se sienten menos examinados, observados y atendidos por el médico. Y los médicos emplean entre un 25 y un 55 % del tiempo a mirar la pantalla de su ordenador. Los propios médicos también, en algunos casos, admiten que tomar notas electrónicas perturbaba la comunicación con sus pacientes.
Fatiga por alertas
Finalmente, muchos programas que se usan para tomar notas electrónicas incluyen alertas para evitar despistes o errores peligrosos, como prescribir una combinación de fármacos que provoque una reacción adversa. Sin embargo, la mayoría de estas alertas son redundantes, irelevantes o erróneas, lo que induce un efecto perverso, tal y como señala Carr:
Los estudios demustran que los médicos de atención primaria desechan rutinariamente en torno a nueve de cada diez alertas que reciben. Ello genera una afección conocida como fatiga por alertas. (...) Las descartan tan rápidamente que incluso el aviso ocasionalmente válido termina siendo ignorando. Las alertas no solo se entrometen en la relación médico-paciente; se sirven de una manera que puede frustrar su propósito.
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