Siguiendo con lo apuntado en la anterior entrega de este artículo, cuando uno contabiliza los millones de vídeos de gatos que corren por Youtube, los miles de blogs que se actualizan diariamente, la incomensurabilidad de la Wikipedia, la frenética actividad de Twitter, las discusiones bizantinas en foros que abordan desde temas políticos hasta la última infidelidad de una famosa, uno no puede evitar preguntarse: ¿de dónde saca el tiempo la gente?
Y, aunque parezca una pregunta retórica, lo cierto es que tiene una respuesta bastante sencilla: sale del tiempo que estamos dejando de dedicar en exclusiva a la televisión.
La idea resulta un poco contraintuitiva. La mayoría de nosotros trabaja 8 horas, duerme 8 horas… y sólo dispone de 8 horas libres, que generalmente dedica a cocinar, comer, asearse, salir a tomar algo, etc. Sin embargo, aún teníamos tiempo para que cada uno de nosotros dedicara unas cuantas horas al día a consumir televisión.
En estos últimos años, el tiempo que dedicamos a todas las actividades que no son trabajar y dormir se han mantenido igual, pero el tiempo que dedicamos a ver televisión no deja de disminuir. En el libro Excedente cognitivo, de Clay Shirky, se aborda este asunto con el respaldo de un puñado de estadísticas. Shirky dedica unas páginas a calcular el tiempo libre de la ciudadanía mundial como si fuera un producto global.
Es decir, parece que la gente tiene mucho tiempo libre porque... hay mucha gente.
Si sumamos todos los minutos y horas libres de cada persona, entonces aparece un cómputo global de tiempo libre inédito en la historia de la humanidad. Hasta hace apenas unas décadas, la gente apenas tenía tiempo para trabajar y dormir (a no ser que fuera rica). Hoy en día, gracias a la tecnología y los avances en los derechos del trabajador, la mayoría tiene tiempo; y su esperanza de vida también ha aumentado, añadiendo más tiempo libre a la suma total.
Shirky lo explica así:
¿Qué tamaño tendría dicho excedente? Para hacernos una idea, necesitamos una unidad de medida, así que empezaremos por Wikipedia. Supongamos que consideramos el total del tiempo que ha invertido la gente en ella como una especie de unidad: cada modificación realizada en cada artículo y cada discusión sobre dichas modificaciones para cada uno de los idiomas en los que existe Wikipedia. Esto representaría algo así como cien millones de horas de pensamiento humano (…) Martin Wattenberg, un investigador de IBM que ha dedicado tiempo a estudiar Wikipedia, me ayudó a llegar a esa cifra. Es un cálculo aproximado, pero en el orden de magnitud correcto. Cien millones de horas de pensamiento acumulado son muchas, evidentemente. Sin embargo, ¿cuánto es en comparación con el tiempo que pasamos viendo la televisión? Los norteamericanos ven cerca de doscientos mil millones de horas de televisión al año. Eso representa el equivalente al tiempo libre que se destinaría anualmente a dos mil proyectos de Wikipedia.
Si hasta hace poco la gente empleaba su tiempo libre en ver televisión sólo era porque no existía otra alternativa. Pero ahora la hay, y resulta mucho más atractiva para los ciudadanos. No todos aspiran a crear entradas de Wikipedia, naturalmente, pero hay muchos que lo hacen; y también muchos que escriben la Lostpedia (el equivalente a Wikipedia de la serie Lost), a escribir blogs interesantes que incluso superan en calidad a los medios tradicionales, a generar proyectos cinematográficos colectivos online, etc.
Las poblaciones jóvenes con acceso a medios rápidos e interactivos están alejando su comportamiento de medios que suponen el puro consumo. Incluso cuando ven vídeos en línea, tienen la oportunidad de comentar el material, compartirlo con sus amigos, etiquetarlo, puntuarlo o clasificarlo, y, evidentemente, hablar sobre ello con otros espectadores de todo el mundo.
Es cierto que la mayoría de este material es literalmente basura. Pero se genera tanto material que, porcentualmente, hay más creación que nunca. Gratis. Creaciones que superan a sus homólogos (como Wikipedia). Porque la gente disfruta creando y compartiendo. Y si la industria no entiende eso y pretende seguir manteniendo el modelo de negocio de pagar por copia y crear una escasez artificial al respecto, entonces deberán crear contenidos que resulten más atractivos (algo que dista de ser así, de hecho se están invirtiendo las tornas). Todo apunta, pues, a que los contenidos serán gratuitos, tanto los amateur como los profesionales (de hecho, esa línea divisoria empieza a carecer de sentido en el ámbito de la Red). Podéis profundizar en ello en Todos los libros del mundo acabarán siendo gratis, lo queramos o no. O en el futuro del periodismo en El futuro del periodismo 2.0: profesionales VS Amateurs.
En la próxima y última entrega de esta serie de artículos sobre el excedente cognitivo, remataremos con algunas conclusiones sobre el futuro que se avecina.
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