H. G. Wells es conocido por su obra La guerra de los mundos, la cual aterrorizó en su formato radiofónico cuando el director Orson Wells la hizo pasar por crónica periodística años ha.
Wells tiene otra obra que no es tan conocida por el gran público titulada Worid Brain (1938), escrita mucho antes de la revolución informática, aunque en muchos aspectos anticipó la creación de Internet.
Como sucede con Julio Verne, la cultura popular también ha entronizado a Wells como un escritor casi profético. Esto, obviamente, no es más que una interpretación sesgada de su obra literaria: muchos de sus aciertos eran ya presagiados por otros muchos escritores y científicos y, en general, sus errores superan de largo a estos pequeños aciertos. Verne, Wells y Rappel son, a ese nivel, casi primos hermanos.
Entre los errores monumentales en las obras de ficción y no ficción de Wells cabe destacar su idea de que era poco probable que los aviones “lleguen algún día a representar una modificación importante del transporte y las comunicaciones”. O esto era lo que creía del futuro del submarino: “Debo confesar que mi imaginación, por mucho que la estimulen, se niega a ver que un submarino, del tipo que sea, sirva para algo más que para asfixiar a su tripulación y hundirse hasta el fondo del mar”.
Wells, como veis, no tenía mucha perspectiva de futuro. Como todos nosotros. Pero su patinazo más sonado es el anticipa la “completa desaparición de las emisiones de radio”. Tampoco advirtió que la televisión se convertiría en el electrodoméstico más omnipresente del mundo a pesar de que Hugo Gernsback ya estaba emitiendo imágenes de televisión en los años 1920.
Sin embargo, el acierto más asombroso de Wells (ahora podemos deducir que de pura chiripa) es el que se descubre en su novela The Worid Set Free. Martin Gardner lo describe así:
Se inicia con párrafos del diario de un físico que ha fisionado el átomo y liberado energía atómica. El diario podría haber sido escrito por Enrico Permi. El físico de Wells está angustiado por los horrendos resultados que sin duda se derivarán de su logro, pero razona que de no haberlo hecho él, otros científicos lo habrían hecho al poco tiempo. La novela describe una guerra que comienza cuando Alemania invade Francia a mediados del siglo xx. Se lanzan “bombas atómicas” desde aviones. La novela termina con visiones de exploraciones del espacio, que comienzan con viajes a “ese gran disco plateado”, la Luna, “que por necesidad ha de ser la primera conquista del hombre en el espacio exterior”.
Vía | ¿Tenían ombligo Adán y Eva? de Martin Gardner
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