La longevidad femenina: ¿El machismo influye? (y II)

La longevidad femenina: ¿El machismo influye? (y II)
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En el artículo anterior descartábamos los cromosomas X e Y como consecuencia de la mayor longevidad de las mujeres respecto a los hombres, así como el hecho de que el sexo masculino tenga más tamaño y que ello produzca más complicaciones en el parto.

Otra alternativa podrían ser los diferentes niveles de estrógenos y testosterona del macho y la hembra.

Es cierto que la hormona sexual femenina, el estrógeno, brinda protección frente al peligro de ataques cardíacos al reducir el nivel de grasas de baja densidad y de colesterol en la sangre. Los andrógenos como la testosterona, sin embargo, provocan el efecto contrario.

Pero también es cierto que los estrógenos favorecen el cáncer de mama, la forma de cáncer mortal más común entre las mujeres estadounidenses y de otras sociedades industriales. Por otro lado, son los alimentos ricos en colesterol los mayores responsables del exceso de colesterol y no los andrógenos.

Además, las hormonas masculinas y femeninas obran probablemente efectos diferentes en el sistema inmunológico. La administración de andrógenos a hembras de ratón reduce la producción de anticuerpos y en los machos la castración tiene como resultado un aumento en su producción. Ahora bien, si las hembras humanas poseen, de hecho, un sistema inmunológico más fuerte, ello no deja de ser nuevamente una bendición a medias. La artritis reumatoide, el lupus (enfermedad cutánea desfiguradora) y la miastenia grave (un trastorno muscular) son dolencias producidas por reacciones hiperinmunes que se dan en las mujeres con frecuencia tres veces mayor que en los hombres.

Por si todas estas pruebas que sugieren que la longevidad masculina y femenina no depende fuertemente de una predisposición genética ligada al sexo no fueran suficientes, cabe añadir que estas diferencias en la longevidad se producen sólo en los países industrializados y no en el Tercer Mundo, como India, Pakistán, Indonesia o Bangladesh, cuyas las esperanzas de vida son equivalentes o incluso favorecen al hombre.

Entonces ¿qué ocurre en el Primer Mundo? ¿Por qué las mujeres viven cada vez más? La respuesta parece ser un agente cultural muy poderoso: el machismo.

¿Puede el fracaso masculino a la hora de elevar su esperanza de vida tan rápidamente como las mujeres explicarse íntegramente en función de prácticas, sociales y clínicas, modificables? No veo razón alguna para dudarlo. Los varones fuman más que las mujeres, comen mayores cantidades de carnes rojas ricas en grasas, beben más alcohol, toman más drogas duras, se exponen a mayores cantidades de sustancias industriales tóxicas, corren mayores riesgos en el puesto de trabajo, conducen más deprisa e imprudentemente y desarrollan con mayor frecuencia personalidades competidoras generadoras de tensión.

Todos estos comportamientos tan varoniles desembocan en ataques del corazón, cánceres de pulmón, cirrosos hepática, accidentes de coche, accidentes laborales, homicidios o suicidios. Sólo el tabaquismo ya podría explicar la mayor parte de la actual diferencia de longevidades, a juicio de Harris. Que también añade la siguiente postilla, un tanto polémica:

Para las feministas, que aducen que las mujeres son víctimas del sexismo, el hecho de que éstas sobrevivan a los hombres es poco conveniente desde el punto de vista político. ¿Quién oyó jamás hablar de siervos, campesinos, esclavos, pueblos colonizados, parias o proletarios oprimidos que fueran más longevos que sus opresores? Y naturalmente no todas las mujeres temen la muerte temprana de sus esposos, especialmente si se trata de machistas titulares de sustanciosos seguros de vida.

Pero el hombre debe pagar el precio de su longevidad en aras de cumplir con las expectativas de la imagen machista, culturalmente determinada, de lo que debe de ser el varón estilo Chuck Norris. Quién lo hubiera dicho.

Vía | Nuestra especie de Mavin Harris

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