Son muy conocidas las enfermedades debidas a una deficiencia de alguna sustancia esencial en la dieta, pero hay una que lo es bastante poco. Se trata de la enfermedad de Keshan y es debida a una falta de selenio en la dieta. Hasta hace relativamente poco, en 1975, no se consideró que el selenio fuera un elemento esencial para el ser humano. Sí, iba muy bien para los fotodetectores y las fotocopiadoras, pero se pensaba que era tóxico.
Lo curioso es que necesitamos realmente poco selenio. Muy poco: entre 0,5 y 0,7 miligramos. Para que os hagáis una idea, eso es menos que el peso de una pulga. Se da en lugares donde hay poco de este elemento en el suelo, como en algunos lugares de China, en las regiones de Keshan y Lixian. Se encuentra en alimentos como las nueces de Brasil, los anacardos, el atún, el bacalao o el salmón.
La falta de selenio hace que los espermatozoides de los hombres sean perezosos y los produzca en menor cantidad. La relación entre el selenio y la fertilidad humana fue demostrada en 1993 por el investigador escocés Alan MacPherson. Hizo un ensayo de doble ciego en el que se administraron suplementos de selenio a un grupo y un placebo a otro grupo. Los hombres que habían recibido el placebo siguieron teniendo recuentos bajos de espermatozoides, mientras que en los que habían tomado el selenio se duplicó el número de espermatozoides viables.
Y aquí viene la parte curiosa, porque es malo si no se toma, pero también lo es si se toma en exceso. El cuerpo expulsa dicho exceso por las glándulas sudoríparas, originando un olor repulsivo; y también se expulsa por los pulmones, produciendo el aliento más fétido que pueda exhalarse. Aunque esos hombres tuvieran espermatozoides campeones, sus probabilidades de encontrar pareja serían realmente bajas.
En 1983, Kesterton Preservoir, en el valle de San Joaquín (California), llegó a estar tan contaminado con selenio, aparte de otros elementos también tóxicos, procedente de los desagües de aguas residuales agrícolas que los polluelos de las aves silvestres nacían deformes y algunas aves adultas morían por esa causa.
Uno de los aspectos curiosos en la historia de la ciencia es que cuando conocemos una información que no teníamos encontramos posibles explicaciones a escenas que otros vivieron y que las que no habíamos podido tener una justificación.
Hablábamos del mal olor consecuencia de un exceso de selenio. Pues bien, en 1817, su descubridor, el profesor de Química y Medicina de Estocolmo, Jöns Jacob Berzelius pagó el precio por su curiosidad y sus investigaciones: empezó a oler muy fuerte teniendo, además, muy mal aliento. Tanto que su asistenta le acusó de comer demasiado ajo crudo. Llegó a desmayarse por respirar seleniuro de hidrógeno gaseoso que es peligrosamente tóxico.
Tal y como hay suelos que contienen poco, también los hay que contienen demasiado hasta el punto en que incluso las plantas que crecen en ellos pueden ser tóxicas para los animales que pacen por allí, originando una afección conocida como tambaleo o borrachera. Marco Polo ya lo reportó cuando viajaba en dirección este a lo largo de la Ruta de la Seda hacia China, diciendo que había visto animales que se comportaban como si estuvieran borrachos.
Los vaqueros del salvaje oeste también conocían el tambaleo de sus rebaños atribuyéndolo a que se alimentaban de garbancillo, leguminosa a la que llamaron hierba loca. En 1934 el bioquímico Orville Beath demostró que aquel tambaleo se debía a un exceso de selenio. Resulta que el garbancillo del género Astragalus puede absorber grandes cantidades de selenio: hasta el 1% del peso de la planta.
Por si fuera poco, a los animales les encanta. Es más: se vuelven adictos. Es como una droga para ellos a pesar de sus terribles efectos secundarios, y la comen con preferencia a cualquier otra hierba. Algunos historiadores han llegado incluso a culpar al selenio de la derrota de Custer en la batalla de Little Bighorn ya que sus caballos comieron aquella hierba loca antes de la batalla.
Así que como oligoelemento que es hay que tomarlo en su cantidad justa. Si tomáis complementos que lo tengan, consultad con vuestro médico.
Fuente | John Emsley, Validad, vitalidad, virilidad.
Fuente | Sam Kean, La cuchara menguante.
Foto | pixabay
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