La dieta mediterránea, a día de hoy, es un sello de calidad: se emplea para denotar lo saludable que es un alimento. Y lo cierto es que, en su comienzo, todo lo que amparaba la dieta mediterránea es más saludable, en términos generales.
Ahora, sin embargo, la ambigüedad del término ha permitido que se cuelen numerosos productos y hábitos que se alejan mucho de la premisa inicial. Pero no hay que olvidar que los estudios avalan lo que llamábamos dieta mediterránea en sus orígenes.
Dieta mediterránea, ¿qué es y cómo aparece?
La conocida como dieta mediterránea comienza con la investigación de las enfermedades del corazón. Al principio, la dieta mediterránea aparece como consecuencia de estos estudios: los investigadores observaron que en el entorno mediterráneo, especialmente en Grecia e Italia, había una menor incidencia de enfermedades coronarias.
La primera hipótesis llegó sola: seguramente de debía a la dieta. Efectivamente, al dieta en este entorno se diferenciaba de otras europeas por tener mucha más cantidad de vegetales, aceites de calidad, frutas, cereales enteros, legumbres, patatas, frutos secos y semillas. A su vez, se consume menos productos animales, con algo de pescado, huevos y lácteos, pero poca carne roja.
En apenas seis décadas, el término ha sido utilizado en multitud de contextos, haciendo referencia a todo tipo de productos independientemente de si se pueden relacionar al concepto inicial. Así, las patatas fritas de bolsa, pero con aceite de oliva, los yogures griegos, pero cargados de azúcares, las galletas María, pero con aceite de palma, etc., se marcan irresponsablemente dentro de productos de "dieta mediterránea".
Pero, insistimos, ¿qué es la dieta mediterránea? Es un tipo de patrón nutricional que aboga por la frugalidad, por consumir muchos más productos vegetales que animales, que emplea el aceite de oliva en su cocción y elaboración, pero con mesura. Y nada más. A pesar de ello, como hemos visto, cualquiera se apropia de la denominación, la cual no está legislada en ningún sitio, creando confusiones y generando situaciones ridículas, a veces.
PREDIMED, la evidencia científica
Esto es triste porque la dieta mediterránea, como tal, sí que tiene una buena base científica. En concreto, hablemos del PREDIMED, el mayor reto de investigación sobre nutrición realizado en España. Este comenzó en 2013 y constituye uno de los mayores esfuerzos científicos para evaluar la prevención de las enfermedades cardiovasculares a través de la dieta mediterránea.
En el participaron 7.447 personas con un alto riesgo cardíaco y que se dividieron en tres grupos con tres dietas distintas: uno con dieta mediterránea más un extra de aceite de oliva; otro con una dieta mediterránea más un extra de frutos secos; y un tercero con dieta baja en grasas para el grupo de control.
No se restringió la cantidad de calorías ni se aumentó la actividad física para poder observar los efectos de la dieta en sí. El experimento se llevó a cabo durante varios años y de él se extrajeron varias conclusiones. Entre ellas, por ejemplo, que la dieta mediterránea ayuda a reducir, al menos, entre un 28 y un 30% el riesgo combinado de sufrir un ictus, ataque al corazón o muerte por enfermedad cardiovascular.
También se encontró un interesante descenso de colesterol, menor incidencia de enfermedade metabólicas y numerosos efectos beneficiosos para combatir los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares. Por si fuera poco, también se comprobó su eficacia igual o superior para reducir el pesos y controlar mejor los niveles de azúcar e insulina en sangre.
¿Cómo nos ayuda la dieta mediterránea a reducir el peso?
¿Y cómo nos ayuda a perder peso? Las razones son numerosas y complejas: En primer lugar, es una dieta con gran cantidad de fibras vegetales y mucha agua, ambos relacionados con la menor asimilación de grasas y azúcares y una pérdida de peso. El reducir los ultraprocesados y el azúcar libre hasta eliminarlo es una parte natural de este tipo de dietas
Además, también elimina una gran cantidad de grasas de origen animal. Los aceites y las grasas de origen vegetal, así como las que provienen de los pescados azules, son de gran calidad y se asocia a un mejor metabolismo de los azúcares y las grasas.
El aporte protéico, procedente de legumbres, verdura y fruta, acompañado de algo de lácteos y huevos, es de gran calidad. La dieta mediterránea coincide en muchos aspectos con la dieta DASH, la cual también tiene una efectividad comprobada en reducir las cardiopatías y el peso.
Flexitarianismo, el rebranding de la dieta mediterránea
Con la llegada de la sana moda de adquirir hábitos saludables, surge la necesidad de adaptar algunos conocimientos. Al igual que la dieta mediterránea ha servido para revalorizar productos que no son buenos para la salud, hay quien ha cogido sus valores básicos y los han convertido en algo nuevo. Es así como nace el flexitarianismo.
Aunque podemos remontarnos a un inicio distinto, relacionado con el veganismo "flexible", el valor de la dieta mediterránea está vigente en el flexitarianismo de manera evidente. Este modelo nutricional consiste en una dieta mayormente vegetariana pero incluyendo productos animales en una proporción mucho más pequeña. O lo que es lo mismo, añadir a la dieta mucha más cantidad de vegetales, aceites de calidad, frutas, cereales enteros, legumbres, patatas, frutos secos y semillas a la vez que reducimos los productos animales.
En otras palabras, la dieta mediterránea de la que hablamos desde un primer momento. Hay que aclarar que el flexitarianismo, al igual que la dieta mediterránea, no tienen sentidos por sí mismos, sino dentro de un contexto de hábitos saludables, que incluyen una mayor actividad física.
También hay quien opina que este tipo de alimentación, llevada a escala global, podría ayudar a solucionar algunos de los múltiples problemas a los que se enfrenta la humanidad actualmente: el exceso de producción de animales, la increíble huella de carbono que supone y, el gasto excesivo de agua.
En cualquier caso, está claro que este tipo de dietas, llamémoslas como queramos, tiene beneficios comprobados y una sólida base científica para promoverlos. Eso sí, sin olvidar que una vez que está hecha "la marca", aunque sea de manera involuntaria, habrá quien trate de aprovecharse de ella a costa de su espíritu, por lo que más vale ser críticos y estar informados.
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