En estos tiempos en los que el Feng shui es epítome de lo cool, uno llega a preguntarse si al menos habrá alguna ventaja en el hecho de orientar la cama hacia el Norte. Después de todo, tanta gente no puede estar equivocada, ¿no?
La razón que se suele argüir sobre la conveniencia de esta idea tan arraigada, excluyendo meridianos, fuerzas telúricas y otras manifestaciones magufas sin sustento físico elemental, tiene relación con el magnetismo de la Tierra.
En pocas palabras, el magnetismo resulta de los movimientos del fluido ferruginoso del núcleo externo de nuestro planeta, a más de 2.900 km de profundidad. Simplificándolo mucho, estos movimientos crean corrientes eléctricas que forman un campo magnético que la Tierra se comporta como un imán de dos polos. El primer polo está en el archipiélago ártico canadiense, a 1.900 km del polo geográfico Norte, y el segundo bordea la Tierra Adelia, a 2.600 km de distancia del polo Sur.
Es decir, que el norte y el polo norte magnético no son lo mismo. También hay que tener en cuenta que el polo Norte magnético es inestable, e incluso puede confluir ocasionalmente con el otro polo (un fenómeno llamado inversión magnética que se produce cada 200.000 años aproximadamente). En los últimos 2.000 años, por ejemplo, el campo magnético ha decrecido en un 50 % en su intensidad.
Biomagnetismo
Algunos animales son sensibles al campo magnético terrestre. Algunos lo emplean para orientarse. Recientemente, incluso, se ha sugerido que los perros también son sensibles a él. Con todo, se desconoce en gran parte el mecanismo de detección del campo magnético por parte de seres vivos, a pesar de que se sepa que algunos animales tienen magnetita, un mineral con el que se fabricaba antaño la aguja de las brújulas, tal y como explica Jean-François Bouvet en Hierro en las espinacas:
Este óxido de hierro es localizable no sólo en las bacterias que se orientan en función del campo magnético, sino también en el abdomen de las abejas o en la cabeza de las aves. Recientemente, ha llegado a descubrirse magnetita en cráneos humanos.
Pero añade que conforme al biomagnetismo, se suelen aducir palabrería pseudocientífica:
Incluso en el supuesto de que el hombre esté dotado de un sentido magnético, cabe preguntarse a qué desajustes se pueden exponer los desorientados que se empecinan en no dormir con la cabeza dirigida al norte. Y además, ¿por qué la cabeza y no los pies… o el brazo, o el hígado? ¿Por qué sería menester que el cuerpo descanse en el eje delimitado por los polos magnéticos? ¿Hay que renunciar a dormir en un avión que cruza el Atlántico de este a oeste? ¿Qué opinan los magnetizadores y los magnetizados, los innumerables portadores de medllas magnéticas?
Es decir, que dormir hacia el norte parece una norma tan laxa, infantil e inconcreta como el de no dar de comer a un Gremlin pasadas las 12 de la noche.
Foto | United States Geological Survey
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