Imaginaos una noche cerrada del 15 de julio de 2008, en un pueblo costero galés llamado Aberporth. Allí había estacionado una autocaravana en la que viajan dos jubilados: Brian y Christine Thomas.
Tras dormirse, un grupo de jovenzuelos apareció por allí revolucionando sus coches, derrapando y armando barullo, ese típico grupo choni y garrulo. Brian, entonces, se incorporó sobresaltado en la cama porque le pareció escuchar cómo uno de esos jóvenes accedía en la autocaravana.
Brian golpeó al chico y luego lo estranguló. Pero nada de aquello había sido real. Tras despertarse, Brian descubrió aterrado que había vivido una pesadilla. Sin embargo, sí que había estrangulado a alguien: a su esposa, que yacía muerta a su lado.
Terror nocturno
En el juicio a Brian, que se prolongó nueve meses, Chris Idzikowski y su equipo, especialistas en la ciencia del sueño, analizaron su atestado. Examinaron a Brian durante varias noches para dilucidar si era culpable o inocente por el homicidio de su esposa.
El cerebro de Brian estuvo conectado a un sistema de EEG, y también se monitorizaba su sueño a través de una cámara de vídeo. En muchas ocasiones, se observó que Brian se incorporaba en mitad de la noche, miraba a su alrededor… y el EEG consignaba que aún permanecía durmiendo.
Estos datos, junto a multitud de testimonios y al hecho de que, en casa, Brian y su mujer dormían en camas separadas, hicieron que Brian se convirtiera en la primera persona de Gran Bretaña a quien se le declaraba no culpable de homicidio por un trastorno de sueño.
Brian había sido víctima de lo que se conoce en la ciencia del sueño como “terror nocturno”. Lo describe así Richard Wiseman en su libro Escuela nocturna:
Casi todos hemos tenido algún sueño terrorífico o una pesadilla. Pero los terrores nocturnos son un fenómeno muy distinto, y solo lo experimentan en torno a un 6% de los niños y un 2% de los adultos. En el episodio típico, la persona está convencida de que hay a su alrededor algo que la pone en grave peligro, y reacciona en consecuencia. El tipo exacto de peligro imaginado varía de una persona a otra, pero suelen ser arañas enormes, algún intruso, una manada de perros salvajes o algún ser sobrenatural y omnipotente. El sujeto sigue dormido, pero se puede incorporar en la cama, abrir los ojos de par en par, chillar y atacar. Afortunadamente, solo una cantidad mínima de episodios de terror nocturno provocan la pérdida de vidas.
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