No es la primera vez que en Xataka Ciencia hablamos sobre cómo la música influye en nuestro rendimiento intelectual, y también, por supuesto, en nuestras emociones, tal y como si la música fuera una droga auditiva. Por ejemplo, El musicólogo Deryck Cooke, en The Language of Music, de 1959, apoyaba la concepción generalizada de que las escalas musicales mayores expresan emociones positivas tales como alegría, confianza, amor, serenidad o victoria. Las escalas menores transmiten emociones negativas como el miedo, el odio o la desesperanza.
Cuando la psicóloga Paula Niedenthal, de la Universidad de Indiana, necesitaba que los sujetos de sus experimentos se sintieran felices, seleccionaban piezas de Vivaldi y Mozart; cuando necesitaba que se sintieran tristes, entonces escogía a Mahler o Rachmaninov.
En 2003, Hella Oelman y Bruno Loeng, psicólogos de la Universidad de Tromso, demostraron que personas de distintas épocas y culturas experimentaban una gama universal de reacciones emocionales a intervalos musicales concretos. Como si existiera una especie de gramática tonal universal.
Ahora la música también influye en nuestro rendimiento físico.
Según un estudio presentado en la Conferencia Anual de la Sociedad Británica de Psicología por Alexandra Lamont y sus colegas de la Universidad de Keele, escuchar tus canciones favoritas cuando practicas un deporte competitivo mejora tu rendimiento.
Los efectos positivos se comprobaron en partidos de fútbol y de baloncesto, así como en carreras de atletismo, reduciendo la sensación de esfuerzo durante el entrenamiento y en el momento de la competición.
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