En demasiadas ocasiones, imponer el bien produce incluso más dolor que hacer el mal. Eso sucede, por ejemplo, porque no siempre conocemos los efectos secundarios que producirá nuestra buena fe.
En otras ocasiones, producir un daño es la única manera de producir un bien mayor (imaginemos que queremos que la gente pueda estacionar su coche en el centro de una ciudad: a priori todos querremos que el aparcamiento fuera gratuito, pero ello solo provocaría grandes atascos y la seguridad de que nunca encontraremos sitio libre. La única forma de estacionar en el centro de una ciudad es imponiendo un pago por estacionar; una lógica que también se aplica a no construir más carreteras: cuantas más aparecen, el tráfico se incrementa, , así que se debe “fastidiar” al conductor con algunos atascos para que se lo piense mejor la próxima vez que quiera usar su coche).
Si nos ponemos a dilucidar los derechos de los ciudadanos en relación a su etnia, su sexo, su religión y demás factores, entonces las buenas y malas acciones todavía se enredan más, confundiéndose unas con otras. A fin de que, entre todos, podamos profundizar un poco más en nuestras ideas al respecto, hoy vamos a tratar un tema ciertamente peliagudo: ¿hombres y mujeres deberían percibir el mismo salario a fin de combatir las desigualdades laborales en relación al sexo?
Dejemos de lado por un rato nuestras ideas preconcebidas y vayamos al meollo.
Lo primero que deberíamos aclarar es si las mujeres SIEMPRE reciben un salario menor debido a su sexo y no a otras razones. En principio, si un hombre y una mujer hacen el mismo trabajo (con el mismo nivel de antigüedad, el mismo nivel de entrenamiento, etc.) deberían percibir el mismo salario (y lo mismo debería suceder en el caso de dos hombres o dos mujeres, aunque también se produzcan injusticias al respecto… lo cual debería hacernos sospechar que, tal vez, no todas las desigualdades salariales respondan a una discriminación sexual).
El problema es que hay algunos sectores laborales dominados casi totalmente por las mujeres, así que no hay hombres en estos sectores que sirvan como clase comparativa, con lo que es difícil aseverar si el bajo salario de una mujer en este contexto se debe necesariamente a una discriminación sexual. Para soslayar esto, se ha aceptado la afirmación discutible de que hombres y mujeres deben recibir igual salario por un trabajo de igual valor (entendiéndose “valor” como la conjunción de cuatro factores básicos: habilidad, esfuerzo, responsabilidad y condiciones de trabajo). A esto se le llama en Estados Unidos “valor comparable”, y en Canadá, “equiparación salarial”.
Ello lo veremos con más detalle en la próxima entrega de esta serie de artículos.
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