No importa lo que creamos o lo que digamos, todos, absolutamente todos, somos racistas. Es lo que sostienen muchos neurocientíficos, como David Amodio.
Averiguar nuestro grado de racismo es relativamente fácil: solo debemos someternos a un Test de Asociación Implícita para separar los pensamientos conscientes de los inconscientes. En base a la velocidad de categorización de una persona en cada una de estas variantes se determina su grado de prejuicio implícito. Por ejemplo, si alguien asocia con más rapidez “afroamericano” con “malo” estamos ante un prejuicio racial implícito. Si queréis pasar vosotros mismos el test, lo tenéis en Project Implicit de la Universidad de Harvard.
Si bien resulta políticamente incorrecto mostrar actitudes racistas en público, aún estamos lejos de no serlo realmente, aunque sea a nivel inconsciente. Una prueba de ello es el alto porcentaje de accidentes en los que policías estadounidenses disparan a afroamericanos jóvenes. Como los casos de Michael Brown, Jordan Davis, Renisha McBride o Trayvon Martin.
Los agentes acusados de disparar innecesariamente a estas personas probablemente no sean racistas conscientes, pero sufren un sesgo de raza inconsciente que les hace actuar de determinada manera. "No tiene por qué ser la intención, no tiene por qué ser el deseo, podría ser incluso el deseo en la dirección opuesta", explica el psicólogo Brian Nosek, de la Universidad de Virginia, un prominente investigador de Test de Asociación Implícita.
Discriminación como forma de socializar
A lo largo de nuestra vida debemos interactuar con toda clase de personas. En apenas unos segundos o minutos, debemos hacer miles de deducciones acerca de las personas que tenemos delante. Por ejemplo, imaginemos que estamos en un callejón oscuro y nos topamos con un bulto humano. Nuestro cerebro no ha nacido para ser racista, pero sí lo ha hecho para buscar atajos: no tenemos tiempo todo el tiempo que quereamos para evaluar a la otra persona, así que debemos catalogarle, discrminarle, en función de unos rasgos o detalles que previamente ya hemos comprobado que eran negativos, al menos porcentualmente hablando.
Si delante de nosotros tenemos a un tigre rugiendo, deduciremos que hay un peligro potencial de que seamos mordidos por él, porque es lo que hemos visto que ocurre a menudo en las películas o es lo que a menudo nos han contado que pasa. Quizá el tigre no nos hará nada, pero comprobrarlo podría ser demasiado costoso a nivel evolutivo: nada más ni nada menos que morirnos entre sus fauces. Lo mismo sucede cuando nos topamos con un desconocido en un callejón oscuro. ¿Cómo sé si sus intenciones son buenas? Si viste con traje caro y corbata, deduciremos que es de buena posición socioeconómica, y porcentualmente las personas de esa posición no necesitan hacer cosas malas a desconocidos en un callejón oscuro. Si es un afroamericano, quizá sea justo lo contrario.
No es una valoración justa y seguramente tampoco es del todo realista (sobre todo porque hay muchos trajeados que cometen actos mucho más perniciosos que un chico joven afroamericano). Pero este atajo nos permite tomar decisiones y sobrevivir en la mayoría de los casos.
Entendiendo los prejuicios
La buena noticia es que, a medida que comprendemos mejor los prejuicios, quizá podemos ponderarlos mejor y evitarlos en la medida de lo posible. La psicóloga Susan Gelman, de la Universidad de Michigan, lo explica de esta manera: la categoría de "cosas que son blancas" no es esencial. Simplemente contiene todo lo que pasa por compartir el atributo de "blanco": coches, pintura, papel, y así sucesivamente. No hay nada profundo que una a los miembros de esta categoría.
De la misma forma, la categoría raza es también una categoría muy inexacta. Estereotipos comunes con la categoría "afroamericanos", por ejemplo, son "fuerte", "buenos bailarines," y "bueno en los deportes". Por supuesto, estas suposiciones son falsas. También lo son los prejuicios sobre la baja inteligencia de los afroamericanos. Muchas investigaciones sugieren que los seres humanos son criaturas tribales, y en consecuencia muestran un fuerte sesgo en contra de aquellos que perciben como diferentes a ellos y favoritismo hacia aquellos que perciben como similares.
Si bien todos nos mostramos racistas en el Test de Asociación Implícita, ese sesgo es más acentuado a medida que debemos responder más rápidamente al test. Es decir, que si pensamos más lenta y reflexivamente sobre una cuestión, el sesgo podría ser menor. No es una receta universal. De hecho, no hay ninguna receta universal. Pero sí parece que hay determinados caminos para reducir el impacto de los sesgos raciales. Brian Nosek, de la Universidad de Virginia y sus colegas, probaron 17 maneras diferentes de reducir el sesgo inconsciente de la gente en el Test. Muchas de estas intervenciones experimentales fracasaron. Pero algunas lo lograron, y no había un patrón interesante para los que lo hicieron.
Con todo, la mejor intervención incluyó poner a la gente en escenarios y modos de pensar en que un afroamericano se convirtía en su aliado (o incluso habían salvado su vida), mientras que los blancos fueron descritos como los malos.
En otras palabras, parece que nuestros instintos tribales y nuestros sesgos discriminatorios parecen atenuarse a medida que consideramos a los demás parte de nuestro "equipo" o nos sumergimos en datos, informaciones y conocimientos del grupo que consideramos diferente, inferior o peligroso. Esta tesis refuerza, de hecho, la idea de que han sido las transacciones económicas (que nos obligaron a hacer pactos y relacionarnos más profundamente con otras culturas) una de las mayores fuerzas para reducir el racismo y el miedo a otras culturas.
Policías de gatillo fácil
Los investigadores están tratando de aplicar estos conocimientos para evitar que los agentes de policía disparen empujados por sus sesgos, no por el análisis racional de la situación. Como un policía está adiestrado para disparar a blancos verdaderamente peligrosos, resulta que el tiempo que tarda en responder en un Test de Asociación Implícita acerca de sesgos racistas es mayor. Es decir, que el adiestramiento lo ha equipado intelectualmente pare no dar por sentado tantas cosas acerca de un afroamericano: un error podría matar a un inocente.
Dado que, incluso así, la policía tiende a disparar más fácilmente a los afroamericanos que no están armados, se están llevando iniciativas como el Fair and Impartial Policing program, que ha formado a funcionarios de los Estados Unidos sobre cómo trabajar y cómo controlar sesgos implícitos. El programa, que recibe el apoyo del Departamento de Justicia de Estados Unidos, ha capacitado a funcionarios en más de 250 distritos y organismos, pero es difícil medir su éxito porque los policías prejuiciosos no siempre está rigurosamente documentada.
Sea como fuere, las últimas investigaciones sobre el cerebro en realidad podrían proporcionar algunos resultados muy positivos. Nos podemos obligar a pensar más sobre lo que opinamos (conociendo mejor cómo funcionan los sesgos inconscientes), podemos obligarnos a interactuar con las personas que discriminamos o tememos, y también podemos evitar en la medida de lo posible propagar ideas racistas a través de nuestra cultura. Es un camino largo y laborioso, y además solo estamos abordando el sesgo racista: nuestra vida está cruzada de innumerables sesgos, algunos de los cuales nacen cuando eliminamos otros. Pero al menos es un camino.
Vía | Mother Jones
Imágenes | WikiImages | PublicDomainPictures
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