Si te prometen el oro y el moro, como reza el dicho, es normal que sientas curiosidad. La metformina disminuye el apetito, ayuda a perder peso y mil y un beneficios más. ¿Qué tiene de especial este medicamento? ¿Y de dónde viene? ¿Para qué sirve? ¿Cuáles son sus contraindicaciones?
Adelgazar es el objetivo de muchas decisiones: dietas, ejercicio, hábitos de vida. A veces, en nuestra estrategia para alcanzar el éxito, podemos toparnos con sustancias (normalmente fármacos) que prometen ayudarnos. Pero automedicarse nunca ha sido buena idea y aquí viene el porqué.
¿Qué es la metformina?
Respuesta rápida: la metformina es un medicamento antidiabético que reduce los niveles elevados de azúcar en sangre sin llegar a producir una hipoglucemia. Pero si esta respuesta no es suficiente (y no debería), vamos a profundizar un poco más en la naturaleza de esta sustancia.
En 1922 Emil Werner y James Bell sintetizaron la metformina (dimetildiguanida) por primera vez a partir de la dimetilamina (un conocido fungicida y base muchos fármacos) y 2-cianoguanidina. Dejando a un lado la parte más farragosa, estos químicos conocían sobradamente el efecto de las biguanidas obtenidas de la Galega officinalis (ruda o galega), la cual se usaba para reducir las ganas de orinar en los diabéticos desde mucho tiempo atrás.
Unos años antes se había descubierto que esta planta tiene un curioso efecto antihiperglicimiante, que quiere decir que evita los altos niveles de azúcar en sangre, pero no provoca una peligros hipoglucemia. A partir de ahí, los investigadores citados se dedicaron a obtener un medicamento que ayudara a los diabéticos a controlar los niveles sanguíneos de azúcar reduciendo el peligro que esto puede suponer.
Y el resultado es extremadamente bueno. La metformina comenzó a usarse porque, como decíamos, controla la concentración de glucosa en sangre, también llamado glucemia, sin dejar que esta caiga demasiado, se puede administrar de forma oral y es fácil de obtener. Además, debido a sus mecanismos, la metformina se puede emplear en casos en los que la insulina u otros tratamientos contra la diabetes no.
La metformina disminuye el apetito, aumenta la captación celular de glucosa, disminuye la síntesis de ácidos grasos y triglicéridos, y aumenta la beta oxidación de las grasas
Pero, además, que es lo interesante para perder peso, es que la metformina promueve otra serie de beneficios debido a sus forma de actuar en el cuerpo. En concreto, disminuye el apetito, aumenta la captación celular de glucosa, aumenta la transducción de señales de la insulina, disminuye la síntesis de ácidos grasos y triglicéridos, y aumenta la beta oxidación de las grasas.
Esto, si hablamos de deporte, significa un aumento en la conversión del tejido graso en magro sin que afecte al páncreas y ayudando a prevenir la diabetes. Y dicho así parece que los beneficios sustentan de sobra su uso. Pero aquí es donde hay que comenzar a planteárselo con más detenimiento: todos los fármacos tienen una dosis y una administración recomendada por una buena razón.
¿Para qué se usa la metformina?
Actualmente el uso de la metformina está prescrito comúnmente en tres casos médicos concretos. El primero, y para lo que fue desarrollada desde el principio, es para contrarrestar algunos efectos adversos de la diabetes y la resistencia a la insulina típica de la diabetes mellitus tipo 2.
En estos, numerosas evidencias apuntan a que la metformina puede ayudar en los problemas coronarios y el desarrollo metabólico de riesgo. También se suele emplear en el tratamiento contra el síndrome de ovario poliquístico. Incluso puede emplearse en el control de pacientes obesos con hiperglicemia, ya que ayuda al control de complicaciones cardiovasculares, o en pacientes con esteatohepatitis no alcohólica, debido a su relación con la producción de insulina.
Algunos profesionales indican que la metformina es empleada, en ocasiones, como un agente "prediabético", que ayuda a prevenir la enfermedad. Y volviendo al tema de adelgazar, una de las consecuencias de la diabetes es la ganancia de peso y la obesidad.
Cuando en estos casos no se consigue tratar este aumento mediante una dieta y deporte se suele recomendar el uso de esta sustancia para controlar el estado del paciente. Es dentro de este contexto en el que se puede entender el uso del fármaco fuera de las indicaciones médicas prescritas. Aunque esto, como decíamos desde el comienzo, puede ser un grave error.
El problema de la metformina
Con su normalización y su abaratamiento (se puede comprar en farmacias por muy poco dinero) el uso de este medicamento se ha vuelto muy común. Casi demasiado común, pues según indican algunos expertos, su consumo no obedece solo a pacientes diagnosticados sino, también, a personas sin ningún tipo de enfermedad que buscan adelgazar "más y mejor".
Pero como decíamos, la metformina es un medicamento, con todas sus consecuencias. Esta sustancia no está indicada ni para todas las personas ni en todos los casos. Y, desde luego, su sobredosis puede resultar muy peligrosa. Como otras biguanidas, además del dolor estomacal, la diarrea y otros efectos secundarios, la metformina puede causar un importante síndrome conocido como acidosis láctica.
Esta se produce cuando se acumula excesivamente el ácido láctico en sangre, lo que tiene ciertas consecuencias fisiológicas. Estas se manifiestan con náuseas, debilidad muscular, malestar... y, en el peor de los casos, el coma y la muerte. Lo cierto es que entre los millones de usuarios de la metformina esto no es especialmente frecuente (9 de cada 100.000 personas aproximadamente), si atendemos a la cantidad de casos documentados.
Pero la gravedad de su incidencia nos debería poner en guardia: la mortalidad en el caso de la acidosis láctica se encuentra entre el 50% y el 80%, lo que supone una tasa muy alta. Como decíamos, no son demasiados, muchas veces se deben a casos concretos, y no siempre asociados al tratamiento con metformina por cuestiones médicas.
Los medicamentos no son para todo el mundo
Otra cuestión muy importante a la hora de utilizar esta sustancia, y que mucha gente obvia, es que la metformina está contraindicada en numerosos casos debido a cuestiones médicas diversas. Y muchas veces dichos casos ni ni siquiera son conocidos de antemano por los usuarios.
En concreto, como es obvio, la metformina está contraindicada en personas con cualquier condición que pudiera aumentar el riesgo de acidosis láctica. Esto incluye a pacientes con problemas renales, enfermedades pulmonares y/o hepáticas.
La metformina está contraindicada en personas con riesgo a padecer de episodios de acidosis láctica
Por otro lado, también se recomienda no usarla cuando existan posibilidades de alterar la función renal: por ejemplo en el caso de un estudio radiográfico de contraste, en el cual el riñón se verá sometido a una gran "presión" fisiológica al tratar con el contraste utilizado en el TAC o la angiografía.
Especialmente importante, por su cotidianidad, es el alcohol, que puede relacionarse con una pancreatitis relacionada con la insuficiencia renal. Por todo ello, y debido a que nos encontramos ante un fármaco, nunca (¡nunca!) debemos usarlo sin supervisión médica. Incluso aunque todo apunte a su relativa seguridad. Pues las consecuencias pueden ser fatales y del todo imprevistas.
¿Cómo puede ayudarme la metformina a adelgazar?
Dicho todo esto, cabe una pregunta más, ¿es efectiva para adelgazar? En cuanto a pacientes con diabetes, sabemos que es un tratamiento eficaz en estos casos. ¿Pero qué ocurre con las personas que no padecen esta enfermedad?
Según algunos estudios (aunque son pocos), las personas con obesidad también pueden beneficiarse de la metformina a la hora de perder peso. Según este último, es aún más efectiva cuando en dichos pacientes comienzan las muestras de resistencia a la insulina, algo perfectamente acorde con lo que hemos visto.
Por tanto podemos deducir que sí, podría ser muy útil para controlar el peso. Pero, ¿a qué precio? El hecho de tener el medicamento por un precio asequible en nuestra farmacia puede resultar contraproducente. A pesar, como explicábamos, de que las consecuencias inesperadas son muy puntuales y el riesgo de sufrir efectos secundarios graves es mínimo, esto no implica que sea nulo.
De hecho, llevados al peor de los casos, el riesgo es terrible. Podemos optar por hablar con un especialista (es decir, un médico) para que nos ayude a usar esta sustancia en nuestro beneficio siempre que sea posible. Pero hacerlo sin contar con el apoyo de un profesional puede tener graves consecuencias.
Por el momento, desconocemos el mecanismo exacto que actúa tras la metformina
Por el momento, desconocemos el mecanismo exacto que actúa tras la metformina. También carecemos de estudios a largo plazo del empleo de esta sustancia en personas sanas. Por todo ello, y unido a todo lo expuesto, atreverse a automedicarse es un grave error.
Si queremos perder peso existen mejores estrategias: aprender a alimentarnos mejor y realizar ejercicio regular es la mejor manera, más segura y eficiente de perder peso y ponernos en buena forma. Apoyarnos en fármacos puede llevarnos a una mayor eficiencia en la pérdida de peso, pero también puede desviar nuestra atención del esfuerzo que deberemos realizar, que es el núcleo del éxito. Y peor aún, sin respetar y conocer adecuadamente los efectos de los medicamentos, podríamos estar enfrentándonos a consecuencias fatales, aun sin saberlo.
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