Tomar una foto de la comida que estamos a punto de ingerir en un restaurante es ya tan habitual que la práctica y la contemplación de dichas fotografías por parte de nuestra comunidad de seguidores ha venido a llamarse gastroporno o foodporn, una tendencia que incluso los restaurantes están promoviendo.
El efecto secundario de toda esta avalancah de apetitosa fotografías de comida, sin embargo, empieza a ser notable en la gente que se delecta con ellas. De hecho, ya se contabilizan cuatro efectos adversos directamente vinculados a la contemplación de imágenes gastronómicas.
1. Aumenta el hambre
Parece obvio que mirar comida nos puede inducir a la gula. Sin embargo, el efecto de mirar comida es mucho más intenso de lo que podamos llegarnos a imaginar, como revela un estudio italiano en el que se exhibió un reportaje de siete minutos de duración en el que aparecían creps, gofres, hamburguesas, huevos, etc.
El efecto de incrementar el hambre en los participantes fue patente no solo en quienes no habían comido, sino incluso en los que acababa de comer.
2. Fomenta la alimentación poco sana
Las recetas de chefs que aparecen por televisión acostumbran a tener, de media, más grasas (sobre todo saturadas) y sodio de lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). Como abunda en en ello Charles Spence en su libro Gastrofísica:
Y esto no solo supone un problema para quienes se ponen a cocinar las recetas que ven hacer a sus ídolos (aunque, sorprendentemente, pocas personas lo hacen; quizá no sea un problema después de todo (...) El problema es más bien que los platos que vemos cocinar y las raciones que vemos servir en estos programas pueden crear implícitamente unas normas sobre lo que se considera adecuado comer en casa o en un restaurante.
3. Aumenta el IMC
Aunque solo sea una correlación, las personas que ven más programas de televisión sobre cocina tienen un índime de masa corporal (IMC) más elevado. Ver demasiada televisión, de hecho, ya es un factor para padecer obesidad. Ver imágenes increíbles de determinados restaurantes a través de Instagram también nos impulsará más fácilmente a acudir a dichos restaurantes para probarlos.
4. Agota los recursos mentales
Tantas tentaciones en forma de imágenes, recetas, programas de televisión y demás nos obliga a dedicar recursos mentales a resistir estas tentaciones virtuales. No dejamos de imaginar cómo será comer esos alimentos, dando lugar a simulaciones mentales involuntarias, como señala Spence:
En un estudio de laboratorio, los sujetos a los que mostraron imágenes de alimentos muy tentadores tendieron a hacer después peores elecciones de comida (es decir, más impulsivas) que quienes habían sido expuestos antes a una cantidad de imágenes más pequeña.
Pensar tanto en comida, finalmente, nos quitará tiempo para pensar en otras cosas, quizá mucho más importantes para nosotros. Sobre todo en un contexto en el que cada vez que nos subimos a la báscula ésta tiene la tentación de salir corriendo.
En resumidas cuentas, viva en foodporn, como viva en porn en general, pero controlemos y gestionemos la ingesta visual en aras de controlar también la ingesta real de calorías.